12 | Mi testaruda

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Erik 

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Erik 

Al dejar a Larissa en la camilla observo a mi alrededor como los demás imbéciles nos miran raro.

—Muévanse, necesita ayuda. —Veo a uno de los doctores y agito una mano, cuando este llega me pregunta.

—¿Qué le pasó?

—Paralicé su espalda —el doctor me mira mal—, ¡Haga su maldito trabajo!

Vuelvo a mirar a Larissa y ella cierra sus ojos otra vez, demonios. —Oye, no. No te duermas, estarás bien —agito un poco sus hombros pero termina cerrando los ojos, maldigo por lo bajo—, mierda.

Oigo la voz de la persona que menos me quiero cruzar. —¿Qué mierda le hiciste?

—La estaba entrenando.

Patrick sujeta con fuerza mi brazo y me arrastra fuera del laboratorio dejando a Larissa sola con el doctor quien le cura la herida en su espalda para inyectarle un suero.

—Te dije exclusivamente que no quería que la tocaras, ¿Acaso no me escuchaste o qué porquería podrida tienes en la cabeza?

—Es diferente, ella no es como tú ni como yo.

—Me importa una mierda eso —suspiro y doy un paso hacia delante queriendo matar al desgraciado, pero debo controlarme—. Escucha, si algo le pasa tu serás el único responsable.

Habla en mi oído mientras solo puedo observar a la chica que yace tendida en la camilla, el doctor me mira y nos indica entrar, así que, dejo a Patrick hablando solo y me apresuro en acercarme a Larissa para acariciar su cabello.

—La chica está muy deshidratada, es por eso que sufrió el desmayo. La parálisis desaparecerá dentro de unas horas, o tal vez minutos, depende a como actúen los calmantes en su sistema.

—¿Cómo qué deshidratada? —pregunta Patrick a mi lado, mirando al doctor y luego a mi.

—Si, ¿Alguno sabe si ya comió o si ingirió algo? A veces la comida hidrata más que los mismos líquidos y el estado en que está, indica que no ha estado nutriéndose como debería.

Me cruzo de brazos y miro a Patrick intentando matarlo con invisibles rayos que disparo con mis ojos. —Entiendo, gracias.

—No hay de que, solo debe descansar.

Ambos asentimos, cuando el doctor se va vuelvo a mirar a Larissa, su rostro está pálido y el viejo tiene razón, ahora noto en su físico la falta de nutrientes que ni yo he percibido antes, debería dejar de pensar en otras cosa que no sea el trabajo que el idiota de Patrick me encomendó.

—Ven aquí —dice para arrastrarme nuevamente lejos de ella—. Tengo algo que decirte y quiero que te encargues de ello... no me mires así —ruedo los ojos.

—¿Qué es?

—Se trata de ella —al señalarla, mi rostro se convierte en un martirio inquietante que contiene las fuerzas para golpearlo y que terminara de hablar de una vez—. La vi saliendo del auto del engendro, el hijo de Eleonor.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora