8 | Chiquilla

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Larissa

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Larissa

Levanto el arco junto con la flecha, enderezando mi cuerpo hasta que mi espalda comienza a doler, apunto hasta el objetivo y antes de soltar la flecha alzo más mi mentón, visualizando la punta de ésta, al sentir una leve presión sobre mi estómago me volteo asustada.

—Enderézate más, así... —dice Erik cerca de mi rostro, lo miro y él baja la vista del objetivo hasta mis ojos.

Me volteo de nuevo hacia delante mientras sigue guiándome con sus manos, trago duro. —Puedo hacerlo.

—No es cierto, lo estas haciendo todo mal. Debes mantener ambas piernas separadas al no ser que sea un momento de rapidez y no tengas otra opción que disparar desde la ubicación que te encuentres, tu codo debe pertenecer al mismo vector que la flecha y tu mentón —presiona su mano contra mi pecho mientras mantengo la flecha extendida, sus dedos se separan y uno de ellos apenas toca mi cuello, mientras siento su torso y pelvis contra mi espalda y glúteos—. Siempre rozando la flecha, así sabrás bien en dónde apuntar.

Al soltarme, se posiciona detrás de mí para volver a su pose inicial de instructor, se supone que Patrick haría esto, pero al parecer surgió algo importante y no pudo venir.

—Exhala por la boca.

Tomo aire por la nariz y visualizo con exactitud el centro rojo que tengo a gran distancia, comienzo a exhalar sin apartar la vista y suelto la flecha al sentirme lista, bajo el arco y Erik se me acerca mientras una diminuta sonrisa se dibuja en mi rostro.

—Te faltó. —Mi sonrisa cae en picada.

—¿De qué hablas? Ese fue un tiro perfecto —me mira seriamente—, solo por unos centímetros.

—Unos centímetros que hacen la diferencia. —Giro los ojos y me doy la vuelta para caminar en dirección a las flechas tiradas en el suelo.

Hace varias horas que estamos encerrados en el gimnasio practicando, Erik me enseñó diversos nombres de lucha cuerpo a cuerpo y técnicas que me ayudaría a pelear, cuando llegó el momento de las armas, tomé mi arco y como temí, todas mis flechas terminaron en el suelo. En mi defensa, cada una tiene un peso diferente y al menos una, la última, se acercó lo suficiente como para neutralizar a un lobo, observo la punta de una flecha y pico mi dedo con ella, pensando en que si esto es lo correcto o lo único que podía hacer para no acabar muerta.

Los hombres lobos siempre me parecieron en parte, seres indefensos, pero al descubrir todo esto, lo que mamá ocultó por mi bien que no terminó siendo lo mejor, me hizo creer en que de verdad, los hombres lobos solo sirven para matar. Erik lo había dicho y a pesar de que él y Samuel sean hombres lobos, cada uno elige una manada cuando sus creadores son asesinados, por eso están aquí, buscando refugio y sirviendo a la causa.

—Ven aquí niña, no hemos terminado.

Lo miro sobre mi hombro— No me llames así. —Erik ladea la cabeza con una cara divertida.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora