10 | ¿Crees que nos vieron?

79 17 0
                                    


Larissa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Larissa

Luego de salir del salón voy directo hasta mi casillero, estaba sumamente cansada y no sabía nada de mis amigos, tampoco le presté la atención suficiente a la profesora ya que mi mente estaba en otro lugar y con otra persona. Guardo mis libros, volviendo a colgar mi mochila en un hombro y cierro la puerta de metal oyendo una voz que no diferencio del bullicio, no tengo mente para pensar en otra cosa que no sea llegar a casa y dormir. Al darme la vuelta, Haider se acerca y me mira extraño.

—¿Te encuentras bien?

Lo miro a los ojos y sin esperar más, me apego a él en un fuerte abrazo, mis ojos comienzan a temblar y por más que deseara contener las lágrimas mi cuerpo expulsa unas cuantas.

—Oye, tranquila —dice abrazándome de regreso, sobando mi espalda—. Estás temblando.

Miro mis manos por encima de su hombro izquierdo y si tenía razón, cierro los ojos con fuerza y respiro hondo calmando mi mente estresada que no había descansado nada el fin de semana. Siento el rostro de Haider más junto al mío y cierro los ojos nuevamente para oler su perfume y su olor natural, esto era extraño pero por alguna razón no quería soltarlo, su calidez me confortaba y podría estar así siempre, a pesar de que nunca me hayan gustado los abrazos. No después de la muerte de mamá.

Me aparto un poco limpiando mi rostro de las pequeñas lágrimas, intentando evitar que no las viera. —Lo siento, estoy bien yo solo... el trabajo me frustra y estuve muy ocupada el fin de semana.

—De ser así no tuviste que venir, pareciera que no dormiste nada anoche.

—Si —digo esta vez mirándolo—. ¿Qué le pasó a tus manos?

Estas están completamente rojas como si acabara de quemarse o algo, lo miro de nuevo a los ojos y él las baja. —El horno, ayudaba a mi madre y... no se nada de cocina.

Tomo una de ellas y acaricio con delicadeza la palma, debió ser doloroso. Al soltarlo sonrío un poco y vuelvo a colgar la mochila sobre mi hombro para comenzar a caminar, Haider se acerca sacando de su mochila una barra de proteínas que me alcanza, lo miro le agradezco, ambos entramos a otra clase que compartimos, estaba sola sin mis amigos así que creí que lo mejor era sentarme con él, ambos subimos buscando asientos juntos. Las clases de fisiología no son cosa de otro mundo, me la pasaba todo el tiempo mirando los libros sin prestarle atención a la profesora ya que me aburría bastante y digamos que justamente ella no tiene buena madera para explicar.

Apoyo mi codo a un lado y dejo caer mi cabeza sobre mi mano mientras observaba los dibujos que la profesora hacía. Las inmensas ganas de bostezar me invadieron así que tuve que ingeniarmelas para hacerlo con la boca cerrada aunque tapando un poco mi rostro, rogando que nadie mirara mi cara. Dibujando casi lo mismo, no soy una experta pero con diferenciar bien lo que dicen los libros me basta, mis ojos pesan demasiado y mi brazo empieza a doler, al bajarlo me apoyo sobre el hombro de Haider, es bastante cómodo.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora