36 | Muéstrame lo que eres y te dejaré hacerlo.

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Larissa

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Larissa

Muevo a la par mis piernas para apoyar el tacón en la acera, bajo del auto y cierro la puerta para presentarme frente a la entrada de la casa, siendo recibida por Flavio.

—Bienvenida, nuevamente —me limito a sonreírle de lado mientras camina por mi lado para abrirme la puerta, se corre hacia un costado dejándome pasar y entro observando las mismas flores del florero en el centro de la sala, al voltearme, Flavio me sonríe y cierra la puerta dejándome sola. 

Mi vista recorre el lugar hasta que descubro en un costado oculto, la imagen de diversas cámaras, tanto en la entrada, como en el mismo lugar que estoy pisando ahora, tomo aire decidida y camino lentamente haciendo los tacones sonar hasta la cocina, dejo ir la pesadez apoyando ambas manos en la mesada, mi mente me transporta a diferentes escenarios con ambos hombres que me dividen a la mitad por volverme suya. Me percato del carraspeo de garganta y mis ojos caen en la cuenta de que Erik está a solo unos metros, apoyando un brazo sobre su cabeza en el umbral mirándome con curiosidad.

—Wow —me enderezo y camino hasta llegar frente a él, mientras lo como con la mirada gozando de las gotas que caen por su pecho mientras sujeta la toalla de baño alrededor de su cadera.

—¿Qué, no te gusta? —pregunto pasando mis ojos hasta los suyos, Erik mueve su mentón de un lado a otro pensando en decir algo, elevo una ceja al esperar alguna respuesta, pero en vez de decir algo, solo se da la vuelta dignado en marcharse—. Ni en un burdel recibiría este tipo de atención.

Erik detiene su paso y se voltea para llegar hasta mi, acercándose lo más que puede y detenerse, sujeta mi nuca con fuerza y besa mis labios tan salvajemente que hasta me duele la nariz y me quedo sin aire, poso mis manos sobre su pecho, pero se separa soltándome por completo. —Golpearé tan duro tus nalgas si alguna vez te encuentro en uno, que me rogarás que te penetre hasta que tu propia humedad te proponga incontables orgasmos.

No se si es por la frase, su tono dominador o el imaginarme haciéndolo, pero debo admitir que aquello me calienta, lo suficiente como para empezar a sentir como mi conjunto se moja y mis pezones se endurecen. Doy una paso, tocando su pecho con un dedo para decirle —¿Y si quiero que lo hagas?

Sus ojos se tornan más oscuros y una leve sonrisa aparece entre sus labios, sujeta con fuerza mi muñeca y nos movemos rápido en dirección a las escaleras, subo siguiéndole el paso sin que me suelte y una vez dentro de su habitación, me deja entrar primero para cerrar la puerta detrás de él, acomodo mi cabello y lo miro cuando escucho la cerradura, encontrándome con su mirada puesta sobre mí, me siento sobre la cama y estiro ambos brazos hacia los costados conteniendo mi cuerpo, Erik sin dejar de observarme, deja caer la toalla y controlo mi sentido visual para no bajar de golpe hasta su polla, así que me dispongo en disfrutar del momento y lo veo caminar hasta mi con ella en su mano, masturbándose e incitándome a que la pruebe.

Mi corazón se acelera al igual que las palpitaciones de mi entrepierna y cuando llego a ver por completo su miembro, se me llena tanto la boca de saliva que me cuesta tragar por completo. Antes de recibir alguna indicación o comentario, me bajo de la cama a rodillas mientras él se posiciona abriendo un poco las piernas, dejando a la vista su delicioso glande rosado cada vez que mueve su mano de atrás hacia delante. Juega conmigo, lo acerca y lo aleja de mi boca mientras mis ojos pierden noción y no veo más cuando los cierro y lo mete en mi boca, su mano libre se dirige hasta mi nuca acercándome más hasta meterla por completo en mi garganta, muevo mi cabeza como lo hacía su mano segundos atrás y el respirar se me dificulta.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora