47 | No soy menos que tú

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Larissa

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Larissa

Seco mi cabello frente al espejo en el cuarto de baño y contorneo con mis dedos las marcas rojizas sobre mi piel, que pican y posiblemente se infecten si no las curo rápido.

—Aquí está, déjame verte —dice Haider entrando a su cuarto con una caja entre sus manos, pero antes de que haga algo y me toque, recibo la caja y vuelvo al baño para curarme por mi cuenta—, Larissa.

—Estoy bien —digo seria.

—No, no lo estás, mírame. —Pide, pero me abstengo y sólo miro mi reflejo en el espejo.

—Tú lo sabias... —susurro.

—¿Qué?

—Tú también lo sabias —digo esta vez mirándolo a lo que él ni siquiera se mueve, intenta acomodar mi cabello, pero me aparto y paso por su lado sin prestarle atención, ato con fuerza la bata que cubre mi cuerpo y me siento en la orilla de su cama revisando con qué puedo curar mis heridas, pero lo único que encuentro es alcohol.

—No quería lastimarte. —Haider se arrodilla, pero niego e intento esquivarlo, algo que no logro porque sujeta mis piernas y aproxima su rostro para que lo vea.

—Lastimarme es lo has hecho todo este tiempo ocultandomelo.

—Yo... —siento cómo intenta encontrar las palabras, pero no dice nada—. Acordamos que no te enterarías hasta que sea el momento.

—¿Y cuándo iba a ser eso, Haider? ¿Cuándo? —Me pongo de pie y él me sigue, deteniéndome para voltearme y abrazarme, intento quitármelo de encima, quiero odiarlo por esto y golpeo sus hombros, pero su fuerza es mayor y me doy por vencida apoyando mi cabeza en su hombro—. No fue justo.

—Lo siento... Déjame curarte, desde anoche no reviso tus heridas. —Dice y levanta el alcohol que se encuentra sobre la cama, me siento en el sillón que se encuentra a un lado y revisa con atención mis brazos lastimados.

—¿Por qué me dejaste creer que tu padre fue quien la mató? —Haider levanta la vista para mirarme con atención.

—Si perdías el control en ese búnker, hubieras muerto.

—No perdí el control.

—¿En serio? —gimo al sentir el líquido recorrer la cortada más profunda que tiene mi brazo derecho—. Elizabeth quitó las astillas de vidrio, pero sin esto se te infectará.

Asiento.

—¿Qué dijo Eleonor?

—¿De qué hablas?

—La vi conversando con otras personas.

—Son brujas —elevo mis cejas y reposo mi cabeza en el respaldo del sillón al sentir cómo Haider moja otro algodón para esparcirlo por mi rostro.

—Ah... —jadeo y respiro agitado, mis lágrimas amenazan con salir y Haider intenta acallarme mientras sigue limpiando mi rostro.

—Está bien —murmura y cierro mis ojos cuando mi piel se acostumbra al ardor y su aliento sopla refrescando mis poros. Los labios de Haider acortar nuestra distancia y mis labios son sellados por los suyos. Nos besamos por varios segundos hasta que al separarnos, Haider murmura—, que bueno es que al fin estés aquí.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora