21 | Una batalla ganada no afirma que vivirás la siguiente

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Larissa

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Larissa

—No creo que haya funcionado.

—Yo creo que si —dice Haider al tirar la cadena mientras me ayuda a sentarme sobre la tapa del retrete, estoy mareada, pero el dolor en mis extremidades y cabeza de a poco se iban, él me alcanza un vaso con agua y pasta dental mientras seca mi frente con una toalla húmeda, no merecía todo lo que estaba haciendo por mí, me sentía muy débil frente a él, pero más débil al no poder controlar mi cuerpo o mente por mi misma.

—Lo siento.

—No, no debes sentirlo —Besa mi frente y limpia la toalla para dejarla a un lado estirando su mano para que le devolviera el vaso.

Una vez de pie, salgo por mi cuenta del baño, mis pies tocan el suelo frío y siento como mi cuerpo necesita de una siesta, Haider me sigue detrás lentamente hasta la cocina y me da un poco de comida —Estoy bien.

—No, debes alimentarte porque acabas de vomitar todo y necesitas energías.

Lo miro a los ojos y suspiro, sin decir más nada acato su orden y empiezo a comer hasta dejar el plato de pastas que había preparado Val para mi, vacío. Haider ordena todo y me levanto un poco mejor por efectos de la bebida que me dió para rodear su espalda con mis brazos, beso su hombro y lo obligo a darse la vuelta para que hiciera lo mismo que yo. Sonrío contenta de tenerlo a mi lado y acaricio su mejilla, admirando cada pelito que se asoma en su mentón y quijada, así es hermoso.

Al unir nuestras frentes pienso en mis palabras y lo que debía hacer ahora —Val dijo que volvería más tarde, no hace falta que te quedes siempre conmigo.

—Tengo que hacerlo.

—Estaré bien, me siento mucho mejor gracias a ti, ahora tu debes descansar —Bajo la cabeza para seguir sus ojos cuando él hace los mismo y beso sus labios mientras apoyo mi cabeza sobre su hombro—. Gracias.

Haider sonríe y roza sus dedos sobre mi mejilla aceptando la idea, al terminar de ayudarme con un par de cosas que debía ordenar y acostándome otra vez convencerlo, se retira al fin esperando una llamada mía más tarde, lo observo caminar hasta su auto y me saluda con una mano mientras entra en él, al marcharse y cerrar la puerta, mi rostro se transforma en furia inminente y saco mi teléfono para pedir el maldito taxi.

Subo como puedo hasta mi habitación y comienzo a cambiarme con ropa deportiva y una sudadera oscura, había dividido mi placard en dos ya que la mitad de mis cosas ahora se encuentran en el bunker, pero no sería por mucho. Una vez que el taxi llega, me apresuro en bajar y salir por la puerta principal esperando a que nadie me viera y una vez dentro, le indico la dirección al conductor, este se me queda viendo.

—Si, a ese lugar, no tengo tiempo.

Este haciéndome caso se pone en marcha, cruzamos la avenida principal hasta la única ruta que daba hasta el bosque, esperando impacientemente a llegar solo el enojo por todo lo que me habían obligado a tolerar me mantenía consciente.

| ATRACCIÓN ETÉREA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora