Capítulo 7. La lista de "Cosas que preguntarle a Demetri"

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Amaneció lentamente y seguía tendida en la cama con el vestido aún puesto. No podía dejar ir lo que había sucedido con el humano y me sentía deprimida. No por haber conocido a Bruno y dejarlo marchar con vida; no, me sentía profundamente deprimida por el hecho inevitable de recordar en una sola noche a una par de personas a las que extrañaba con cada fibra de mi ser.

Me sentía tonta y frágil. Jamás podría avanzar hacia el frente sin dejar de dar un vistazo al pasado con cada paso. Tenía que aprender a ser fuerte, en el fondo de mi ser lo sabía pero tal vez no tenía el coraje suficiente para decirlo en voz alta. Sin embargo, la voz de la sed lo había hecho: No sé cómo sobreviviremos con esa familia de vampiros asesinos si sigues comportándote así. 

Apenas fui consciente del ruido que indicaba que había alguien en la puerta.  ¡Que novedad!

-        Adelante- dije levantándome de la cama sin ánimos. La puerta se abrió con un sonoro chirrido y, con una sonrisa en el rostro, Demetri entró en mi habitación.

Me miró de arriba abajo y enarcó una ceja al notar mi atuendo.

-        ¿Qué haces vestida así?- preguntó curioso.

-        Larga historia y no tengo ganas de contarla. – contesté poniendo los ojos en blanco.  – ¿Qué sucede?

-     Aro me mandó a buscarte.

Desvíe la mirada frustrada. ¿Ahora qué? No estaba de humor para hablar con nadie, además qué diablos quería de mí ahora. No había hecho nada malo, bueno tal vez cerrarle la puerta en las narices a Alec fuera grosero, pero no era para tanto. (Y no me arrepentía). Tal vez quería insistirme de nuevo con respecto a la guardia.

-        Está bien, vamos- contesté dándome por vencida.

-        En marcha, entonces. No hace falta tener a media guardia buscándonos. - apuntó Demetri.

        Asentí lentamente, no muy segura de entender aquella broma. No me puse la capa, simplemente me calcé los zapatos bajo la mirada de Demetri. Observaba cada movimiento detenidamente hasta que estuve lista junto a la puerta. Su rostro tenía una de esas expresiones indescifrables que tanto me molestaban.

-     ¿Qué? - pregunté irritada.

-        No es nada- dijo ofreciéndome su brazo.

-        ¡Dímelo!-  exigí entre curiosa y con cierto tono acusador. - Desde que entraste  me miras de una forma extraña. ¿He hecho algo incorrecto?

-        Para nada.- comentó a la ligera sin mirarme a los ojos. – Simplemente resulta extraño que vistas como para ir a una fiesta de gala cuando no has salido de tu alcoba en varios días.

-        Uno tiende a aburrirse- murmuré mientras salíamos al pasillo sin darle mucha importancia al asunto.- ¿Crees que es muy exagerado?

Demetri sonrió.

-        Un poco, pero te queda bastante bien.

Sonreí ligeramente avergonzada, pero ninguno de los dos agregó algo más. Eso fue bastante más raro. ¿Desde cuándo me avergonzaba al recibir cumplidos? Me quedé pensando muy severamente como este lugar estaba afectando, pero antes de seguir examinando mi consciencia habíamos llegado a la Sala de Juicios. Las puertas, que habitualmente estaban abiertas, se encontraban cerradas y esperé pacientemente a que Demetri me soltara de brazo y las abriera, pero en cambio se quedó muy quieto con la mirada fija en mi rostro. Su expresión volvía a ser inescrutable.

-        ¿Qué sucede?- pregunté con un hilo de voz. Demetri me condujo rápidamente al final de un pasillo sin salida a unos metros de la sala y que tenía pinta de no haber sido visitado en años.

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