Capítulo 11.Descubierta

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El despacho de Aro era muy bonito.

Espacioso y bien iluminado, decorado con buen gusto. Una gran alfombra de color vino y hueso se extendía por la habitación y en el centro, pegado a la pared revestida de paneles de madera, se encontraba un enorme escritorio de madera muy oscura. Altos estantes con libros también eran parte de la decoración, así como una pequeña salita con unos bonitos sillones y pequeñas mesitas a los lados colocados frente a una elegante chimenea.

Sentado detrás del gran escritorio se encontraba Aro, con una sonrisa de oreja a oreja y  las manos cruzadas al frente sobre la fina superficie de madera. 

-           ¡Santiago, Madeline! ¡Justo la chica que deseaba ver!- exclamó el sonriente Aro. - ¿En qué puedo servirlos el día de hoy ?

Santiago hizo una reverencia antes de hablar.

-           Amo - comenzó diciendo - Madeline se ha mostrado muy interesada en nuestras labores y me preguntaba si podría ella acompañarme hoy a hacer guardia en la ciudad.

Evité mostrar sorpresa y dirigí la vista hacia Aro deseando que él aceptará. Me sentía deseosa de salir, respirar el aire fresco de Volterra y sumergirme en el bullicio de la ciudad. De nuevo la imagen de Bruno me vino a la mente y cerré los ojos con fuerza mientras sacudía la cabeza en un intento de alejarla. Al abrir los ojos, Aro me observaba con curiosidad.

-           ¿Quién es tu compañero de guardia?- preguntó Aro dirigiéndose a Santiago, pero aún mantenía la vista clavada en mí.  

-           No lo sé- confesó el chico encogiéndose de hombros- Se suponía que mi compañero era Afton, pero me ha comentado que ha cambiado de lugar con alguien. Jane, me parece.

No pude evitar hacer una mueca, que tuve que disimular enseguida. La idea de que Jane fuera la compañera de guardia de Santiago era de lo más desagradable, pero alguien desde la puerta fue más rápido en contestar que yo en protestar. 

-           A Jane le toca vigilar a los nuevos neófitos junto con Renata, se han puesto bastante agresivos - dijo Alec desde la puerta.- Lo siento, amo. No pretendía ser inoportuno.

-           En absoluto, Alec - replicó Aro con una cálida sonrisa.- Llegas en buen momento. 

-           Si me permites, Amo - respondió Alec con una pequeña sonrisa. Lo miré atónita pues su sonrisa había aparecido con tanta naturalidad... y sin rastro de arrogancia.- Me ofrezco a acompañar a Santiago. No tengo nada más por hacer y Jane se esta encargando de los neófitos maravillosamente.

Si con "maravillosamente" se refería a que los estaba haciendo sufrir un dolor apenas imaginable, entonces su trabajo no necesitaba de ayuda extra.

-           ¡Excelente! Estoy orgulloso de tu disposición, Alec- lo alabó Aro sonriente. - ¡Asunto arreglado!

Santiago asintió con una ligera sonrisa, mientras que el deseo de salir de estas murallas se había esfumado por completo. Prefería quedarme en este lugar a salir del castillo en compañía de Alec. Aro me sacó de mis cavilaciones, divertido por la expresión que había aparecido en mi rostro.

     -           Ahora, si no tienen nada más que agregar.- dijo el líder Vulturi- Me gustaría conversar con Madeline en privado. 

-           ¿Conmigo?- pregunté con un leve susurro, sorprendida.

Aro río con ganas. 

-           Por supuesto, querida- dijo entusiasmado. 

¡No me refería a esto cuando lo pensé! ¡Era mentira! ¡Una exageración! Grité para mis adentros reprimiendo las ganas de gritarle a todos en la habitación en ese preciso momento. Los chicos asintieron al mismo tiempo y se acercaron a la puerta. Santiago me lanzó una fugaz sonrisa de aliento, mientras que Alec me miró con intensidad un momento antes de salir.

 Me sentía nerviosa. Aro me escrutaba atentamente con una sonrisa, mientras que yo me mordía los labios impaciente, ambos escuchando a los chicos alejarse. 

-           ¿Por qué no te sientas, querida?- dijo él señalando una de las elegantes y acolchadas sillas frente a su gran escritorio.

Me senté en silencio sin apartar la mirada de aquellos ojos carmesí que brillaban de una extraña manera. 

-           Madeline, Madeline - comenzó diciendo después de unos minutos, con una peligrosa voz sedosa mientras se levantaba de su silla- No sé por donde empezar. En primer lugar, no sabía que fueras una niña tan mala. Mira que no me imaginaba que causarías problemas.

Aro caminó por su amplio despacho mientras murmuraba aquellas palabras, y al pronunciar la última, se colocó detrás de mí. Sentía como el miedo se desenroscaba en mi vientre y se elevaba conforme lo escuchaba.

-           Tranquila - dijo poniendo sus manos sobre mis hombros - No voy a castigarte, aunque debería... 

Cada palabra que salía de su boca venía acompañada de una neblina de estupor que congelaba mis sentidos. Castigo. En lo único que podía pensar era en la muerte. El recuerdo de Keira y Gregory me torturó mentalmente. Al menos sería rápido, traté de consolarme, no hay nadie más que me vea morir, no había nadie más para humillarme.

-           No voy a hacerlo.- dijo él con deliberada lentitud. Sorprendida me aferré al mullido asiento de la silla, hundiéndole las uñas.- Veo que tienes talento, querida. Mucho talento. La clase de habilidades que busco. Por esa razón, solo por esta vez, no voy a castigarte. 

Sentía un nudo en la garganta y la incapacidad de pronunciar palabra. Después de unos momentos en total silencio, unas infantiles palabras salieron de mi boca. 

-           ¿Cómo te enteraste?- era un murmullo apenas audible, temía la respuesta. - ¿Quién te lo dicho?

Aro rió. 

-           Querida, no creo que nadie ni nada sea capaz de evadirme. Me enteré de tu pequeña salida a Volterra, y debo admitir que estuviste fenomenal. 

-           Alec - mascullé con los dientes apretados. ¡Por supuesto!

-           No lo culpes a él, Madeline- dijo Aro con dulzura, como quién desea evitar una pelea.- No fue su culpa, yo leí sus pensamientos. 

Miré a Aro con los ojos muy abiertos y el arrebato de furia que sentía desapareció. ¡Que tonta había sido al olvidar el talento de Aro!

-           Así es, observé en la mente de Alec como seguía tu rastro, como le cerrabas la puerta en la cara, tu actuación frente a la Guardia y su pequeño encuentro en la Torre. Como ya te lo dije, estuviste fenomenal. 

No me atreví a mirar a Aro hasta que terminó de hablar y se sentó de nuevo en su silla. 

-           ¿Disculpa?- pregunté impresionada. Levanté la mirada y me sentí un poco aliviada al ver que Aro sonreía. 

-           Pocos vampiros - dijo él - son capaces de mentirme y convencerme, pero lo has logrado. Si puedes hacer eso conmigo, estoy seguro de que serás un valioso miembro para la Guardia. 

Asentí tímidamente y repasé mentalmente lo que estaba a punto de decir.

-           Concuerdo contigo, Aro - dije con serenidad.- yo también creo que puedo ser útil. Así que... acepto. Me uniré a la Guardia.  

Un momento de silencio y después la sonrisa radiante de Aro, mientras sentía que había cometido un enorme error al aceptar finalmente la oferta.

-           No me queda más que darte la bienvenida.- dijo riendo- Sabía que aceptarías. Eres demasiado valiosa para dejarte ir.

Los ojos de Aro brillaron de manera extraña mientras trataba de componer una sonrisa convincente en mi rostro.

Fría EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora