Capítulo 4. Revelaciones

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¿Qué tengo que hacer ahora?

Una muy buena pregunta, a la cual no tenía una respuesta clara. ¿Qué tengo que hacer ahora? Ni idea, pero sabía muy bien que tenía un sola opción, una oferta que no podía rechazar; la única razón por la que Aro había aceptado mantenerme con vida:  Unirme a la Guardia Vulturi por toda la eternidad.  

Debía admitir que me encontraba en un callejón sin salida y yo prefería tener muchas opciones. Amaba ser libre, era la única cosa que esta seudovida me proporcionaba y con lo que más o menos estaba conforme. No feliz, creo que haría falta mucho más para que volviera a ser feliz. En fin, volviendo al quid de la cuestión, al decir y convencerme de que aún no había tomado una decisión estaba postergando lo inevitable. Seguir con el juego no me haría libre, aunque tenía la estúpida y débil esperanza de que de no decidirme rápidamente, ellos me dejarían volver por donde había venido. Por supuesto me arriesgaba a que terminaran matándome de una vez por todas, en el peor de los casos.  

Demetri y yo caminamos hasta la entrada secreta de la Fortaleza Vulturi. Sentí la ansiedad aumentar a medida que avanzábamos a la Sala de Tronos, donde nos esperaban. El tiempo corría rápidamente, al menos eso me parecía, cuando de pronto nos detuvimos frente a las puertas del Gran Salón, pero detuve a Demetri en un arranque irracional de cobardía.

-          ¿Qué sucede? - me preguntó con una sonrisa. Bajé la mirada al suelo, no quería que él viera mi debilidad. Me sentí toda una cobarde, pero no estaba dispuesta a decirle lo que me atormentaba, así que me busqué una buena excusa.

-            No es nada importante, es solo... es que yo... – dudé un momento, extrañada de mí misma, normalmente yo era buena para este tipo de cosas. - Me gustaría estar más presentable para la ocasión.

Señalé vagamente mi ropa, pero no lo miré a los ojos. En cierta forma decía la verdad, mi aspecto estaba lejos de ser presentable. Iba descalza, pues mis sencillas zapatillas de piso color azul oscuro habían dado todo lo que tenían que dar durante el viaje; mi vestido blanco estaba manchado y mi cabello, daba por hecho que se encontraba fatal.

-             Pero si así estas muy bien.- dijo Demetri sonriendo aún y haciendo un gesto con la mano restándole importancia. Lo fulminé con la mirada, ya que él, en cambio, estaba casi impecable. Ropa y capa perfectas y conservaba ambos zapatos.

-              No es cierto- exclamé irritada. – Pero en mi defensa no he...-  empecé a decir pero él me tomó por el mentón y me obligó a clavar mi mirada en la suya. Me quedé callada en el acto mientras sus ojos intentaban leer los míos.

-            ¿Quieres explicarme a qué le tienes tanto miedo? - me dijo suavemente.

Negué con la cabeza apretando los labios. No quería, no debía mencionarle nada. No confiaba en él. Me iba a inventar algo cuando alguien a nuestras espaldas lo llamó. Demetri liberó mi rostro para dirigirse a quién lo llamaba. Se trataba de un chico, ubicado fuera del alcance de la araña de velas que colgaba en el techo.

-              ¡Demetri! Aro los esperaba en menos de dos días. - dijo el muchacho saliendo de las sombras, su voz derrochaba ironía. – Puedo preguntar a qué se debe la demora.

-               Alec – le respondió Demetri en tono casual y me sorprendió que pudiera hablarle con tanta naturalidad al chico. – Tuvimos... algunas dificultades, pero no escapó ni una vez.

Demetri sonrió y me guiñó el ojo. Entonces, Alec se encogió de hombros y me fijé que vestía muy formalmente. Llevaba una chaqueta negra con unos pocos detalles, unos pantalones rectos del mismo color a juego con una camisa gris y zapatos de piel. Mientras lo evaluaba, sentí su mirada sobre mí y cuando nuestros ojos se encontraron tuve que desviar la mirada. De pronto me sentí muy cohibida bajo esa mirada.

Fría EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora