Transcurrieron un par de meses desde aquella conversación en el ala oeste, desde entonces, las actividades dentro de las murallas de Volterra se habían vuelto en exceso rutinarias.
Todos los días cumplía con mis aburridas labores internas de guardia y entrenaba desde el ocaso hasta una hora antes del amanecer. Terminaba mentalmente exhausta, pero era un excelente escape a toda mi frustración e ira acumulada. A estas alturas, tenía una rutina bien establecida y, hasta cierto, punto me encontraba conforme con ella. Me ayudaba a recuperar el control de mi vida, a sentir que había algo de estructura en ella. Sin embargo, como era costumbre para los Vulturi, tenían que hacer algo para complicar mi estable situación. No me gustaba aceptarlo, pero agradecía la intervención.
Sucedió esa noche, cuando estaba por llegar a la Sala de Entrenamientos, lista para entrenar después de pasar todo el día con la insoportable Renata, quien no paraba de regodearse de mi mala fortuna. Venía maldiciéndola entre dientes, entonces escuché sus voces e inmediatamente me llegó a la nariz el aroma inconfundible de Demetri mezclado con la fragancia de Alec. Con un muy mal presentimiento me pegué al muro de piedra, a unos quince metros de la entrada de la sala intentando escuchar lo que decían, pero al parecer se percataron de mi presencia. No dijeron nada para referirse a mí, pero comenzaron a hablar en rápidos susurros en un volumen tan bajo que solo escuchaba a medias.
Después de una acalorada discusión entre ambos, las únicas palabras que pude captar fueron: actitud, recuperar, preparada y peligro. Nada coherente y útil en realidad, pero entonces el silencio sepulcral me anunció que ya no podía prolongar más mi llegada. Cuadré los hombros, solté un suspiro y caminé haciendo más ruido del necesario hasta el interior de la sala. Los ojos de ambos se enfocaron en mi vacilante silueta en cuanto crucé el umbral de la puerta. Me quedé quieta en mi posición analizando el panorama, pero sin avanzar un solo paso. Alec fue el primero en moverse. Giró su cabeza hacia un lado y se dedicó a mirar, con los brazos cruzados, el muro oeste de la Sala de Entrenamientos. Demetri esbozaba una sonrisita de triunfo. Enseguida supe que cualquiera que fuera la razón por la cuál éste par discutía, no había resultado a favor del primero. Lo que hacía el encuentro aún más raro. Alec siempre tenía lo que quería. Después de todo, él era uno de los favoritos.
Jugueteé con la manga de mi chaqueta, sin saber que hacer mientras Demetri me miraba con aquella resplandeciente sonrisa plasmada en su rostro, como hacia meses no lo hacía. Avancé con precaución hasta donde se encontraba, como si su sonrisa fuera la señal invisible que me indicaba que podía acercarme, que todo estaba en orden. Me mantuve a una distancia prudente de ambos con el rostro sereno en busca de una pista que me preparara para saber que venía a continuación.
- Bueno creo que eso era todo, Alec- dijo Demetri, mirando el perfil del vampiro, quien soltó un ligero gruñido.
Demetri lanzó una carcajada breve y me guiñó un ojo antes de hacer una galante reverencia para desearme buenas noches y salir de la sala con aire victorioso. Aturdida, observé como la capa de Demetri ondeaba detrás de él, mientras se alejaba por el pasillo. Por primera vez sentí que volvíamos a ser los mismos de antes y, sin proponérmelo, una sonrisa se formó en mis labios. Alec se aclaró la garganta ruidosamente exigiendo mi total atención. Sin hacer ninguna clase de comentario, dio inicio a la lección del día con más formalidad que de costumbre.
Las horas transcurrieron lentas como siempre. A estas alturas mis avances en combate eran más que notorios, ahora le resultaba un poco más difícil a Alec interceptarme al acabo de unos minutos y podíamos mantener un pelea decente. Así mismo, mis dones se habían fortalecido lo suficiente como para despistar a mi oponente antes de que esté lograra privarme de los sentidos. Tenía que admitir que en ocasiones resultaba muy divertido, además, mi relación con mi instructor había avanzado. Alec y yo ya nos habíamos adaptado el uno al otro y en rara ocasión perdíamos los estribos durante las sesiones de entrenamiento, aunque eso no significaba que nuestras peleas hubieran desaparecido. Simplemente se habían reducido un poco y canalizado de una forma mucho más productiva. Pero, cuando Alec me sacaba por completo de mis casillas con sus regaños injustificados, y sus comentarios desdeñosos, no había fuerza en la naturaleza que fuera capaz de controlarme. Por lo que, al menos una vez a la semana, Alec me imponía uno de sus castigos. Su favorito era dejarme durante horas en la oscuridad de mi cabeza, sin poder escuchar, ver o sentir nada. Nunca sabía exactamente cuanto tiempo duraba el aletargo insufrible, aunque Alec afirmaba, con una socarrona sonrisa, que nunca me dejaba más de unos pocos minutos insensibilizada. Sin embargo, estaba segura de que ninguno había durado menos de una hora.
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Fría Eternidad
FanficMadeline Blair es una vampireza libre, aventurera, seductora y misteriosa con un pasado coronado con sombras, extraño y nebuloso. Después de vagar por su cuenta mucho tiempo, ha decidido regresar con su antiguo clan, pero entonces Madeline se ve at...