Capítulo 10. El despacho de Aro

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Los días siguientes fueron menos divertidos, pero por lo menos podía disfrutar de pasear tranquilamente sabiendo a donde iba. Aunque raramente salía del ala este. Por aquellos días todo estaba en absoluta calma, ya había pasado media semana desde la partida de Demetri y comenzaba a extrañar su compañía.

Aquella mañana, me había encontrado, en uno de mis paseos matutinos, al único miembro de la Guardia Superior al que no conocía: Afton. Él y Chelsea conversaban alegremente con Santiago en el corredor principal acerca de una de sus misiones, de la cual acababan de llegar.

-           Los rumanos están locos - decía Afton, cuando llegué a saludarlos - pero no creo que sean muy peligrosos.

-           Extraño argumento en contra. Se dice que son creaturas feroces. Viví un tiempo en Rumania, pero jamás me topé con uno. Sé que esperan su venganza en las ruinas de su imperio oculto en las tinieblas.

Afton soltó una carcajada y parecía complacido con mis palabras.

-           Sí, bueno son realmente fieros pero no tienen un sentido de estrategia  desarrollado. Por eso el imperio cayó, y en efecto pasan casi todas las horas del día inmersos en la oscuridad. En cuanto a la venganza, esa es la razón por la que Aro los mantiene en estricta vigilancia, y debo admitir que espiarlos es realmente aburrido. Por cierto soy Afton. Creo que no había tenido la oportunidad de conocerte.

Afton me tendió la mano para que se le estrechará y tengo que reconocer que era atractivo. Tenía las misma estatura que Santiago y el cabello castaño muy claro,  corto y un poco despeinado, pero era su sonrisa lo que lo hacia más atractivo que un simple inmortal. No pude evitar notar que Chelsea lucía radiante a un lado de él.

-           Un placer. Yo soy Madeline, la nueva. – contesté con una sonrisa y le estreché la mano que me ofrecía. Chelsea me miró sonriente.

-           Sabemos quién eres- dijo ella con una sonrisa, mientras entrelazaba sus dedos con los de Afton. - ¿Ha sido tu estancia agradable?

-           Mucho.- respondí con una sonrisa franca- Todos son muy amables.

-           Aro nos ordenó que lo fuéramos- dijo Santiago con una enorme sonrisa y me entraron ganas de darle un golpe como los que le daba Corin, que parecían reales.

La conversación se prolongó durante casi media hora, hasta que Chelsea y Afton se despidieron para ir a su dormitorio. Mientras tanto Santiago y yo caminamos por el elegante corredor en silencio, apenas fuimos conscientes de que entrábamos en uno de los estrechos pasadizos que separaba el ala este del laberinto de corredores subterráneos.

-           ¿Qué tenemos planeado para hoy? – preguntó con una sonrisa.

-           No se me ocurre nada interesante.- contesté encogiéndome de hombros- Por cierto, ¿dónde esta Corin?

-           Creo que sigue en la ciudad, aunque no debe tardar. ¿Te gustaría salir hoy del castillo? Ya sabes, conocer Volterra un poco.

No supe que contestar. ¿Acaso era esta una prueba para tentarme? Miré a Santiago confundida y la desagradable sensación que solo el miedo podía provocar se removió en mis entrañas. De pronto me encontré buscando excusas que sirvieran para declinar la invitación.

-            ¿Qué acaso no te apetece salir de aquí por un rato?- preguntó Santiago un tanto alarmado.        

Rápidamente puse una expresión pensativa para corregir el error que había cometido al dejar que mis sentimientos se reflejarán en mi rostro.

-           ¡Por supuesto que sí! - afirmé componiendo una sonrisa- pero ¿No es peligroso? Creí que la Guardia no tenía permitido salir sin autorización.        

-           ¿Quién dice que saldremos sin permiso?- preguntó divertido ante mi expresión de perplejidad. – Vamos.  

Santiago me tomó del brazo y tiro de él. Una parte de mí se resistía a ir a donde fuera que me llevara, otra moría por seguirlo. Me sentía terriblemente desconcertada y aterrada, Alec seguía fuera del castillo y aquel hecho era malo en muchos sentidos. Ya me había descubierto antes y había admitido que lo usaría de chantaje. ¿En verdad quería poner a prueba sus palabras?

Santiago me jalaba del brazo divertido y pude advertir como otros miembros de la guardia nos miraban con extrañeza.  Dejé de oponer resistencia y me relajé, ya que no tenía más remedio. Pero entonces, me puse en alerta al divisar hacia donde se dirigía Santiago. Era el camino que llevaba a la Sala de Juicios. Salimos por uno de los múltiples corredores que desembocaban en la recepción y sentí como el miedo se anidaba en mi vientre. ¿Qué estaba planeado Santiago? ¿Llevarme con Aro?  

Agradecí que no me estuviera mirando, pues no sabía que expresión tenía mi rostro en ese momento. Santiago se desvío por un corredor en el cual jamás había reparado y me sorprendí bastante al observar la elegancia y delicadeza que revestía aquellas paredes. Estábamos por la parte norte del castillo, por lo tanto el sol inundaba algunos corredores y en otros reinaba la artificial luz de los candiles. Los muros estaban decorados con magnificas obras de arte enmarcadas en elaborados cuadros de oro macizo, las alfombras y adornos que decoraban aquellos elegantes pasillos eran hermosos y viejos.

Santiago se detuvo frente a una puerta cubierta totalmente, desde el marco hasta el picaporte, de exquisitos acabados en madera y la curiosidad me asaltó. Él me sonrió mirándome a los ojos y pude ver reflejada la expresión de curiosidad marcada en mi rostro.

         Santiago tocó la puerta y desde dentro escuché la voz de Aro murmurar "Adelante".            

-          Es el despacho privado de Aro.- murmuró Santiago antes de abrir la puerta. 

Fría EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora