Capítulo 29. Aires de cambio

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Abandoné la sala junto con un grupo de vampiros con ropajes de color grafito que no paraban de parlotear sobre Antonio. La noticia de que el estratega estaría como invitado en el castillo por un tiempo indefinido me sentó como piedra al hígado. Con él, la lista de personas que me repudiaban iba peligrosamente en aumento. Jamás había creído posible que una recién llegada pudiera acumular tantos enemigos en un lapso tan corto tiempo, y sobre todo, sin prácticamente haber hecho nada. En mi antigua vida de nómada me había llevado unos buenos años ganarme a mí único enemigo: Kyle; y ahora de la noche a la mañana mis "compañeros" estaban en mi contra. Al menos el otro vampiro había tenido motivos para odiarme, y yo a él. Resoplé con frustración arrastrando los pies en el piso y el tacón de mi estilizado zapato alto de color negro rasgó los hilos de oro de la alfombra que adornaba gran parte de la salida de la sala.

- ¡Genial!- mascullé con los dientes apretados mientras me agachaba a desenredar los fastidiosos hilillos evitando romperlos.

- ¡Madeline! - escuché la voz de Demetri a mis espaldas. Me levanté en un movimiento y, lentamente, temiendo volver a enredarme, giré sobre mis talones un tanto desconcertada. Demetri avanzaba por el pasillo a un paso normal hasta donde me encontraba.

- ¿Qué sucede?- le pregunté curiosa cuando se detuvo frente a mí con un semblante sereno y una mirada sin asomo de frialdad. El vampiro me miró directamente a los ojos aspirando una gran boconada de aire, como quién se prepara para decir algo importante.

- Quería decirte que lo siento. Me comporté como un idiota.- las palabras salieron frenéticas de sus labios atropellándose una con otras. Me dejo perpleja y me tomó alrededor de dos minutos enteros salir del estupor.

- ¿Demetri Vulturi disculpándose de ser un idiota?- repuse sarcástica en voz baja enarcando una ceja. - Eso si que es nuevo. Me pregunto que vendrá después...

- Entiéndeme, por favor.- me rogó él haciendo un puchero encantador.- Estaba preocupado por ti. Si algo te llegaba a pasar... no quiero ni imaginar lo que el amo Aro me haría.- hizo como si se estremeciera y sonreí.- Como mínimo, me cortaba en trocitos, sin mencionar a Marco...Bueno, ¿podrías perdonarme?

Demetri me miraba como un cachorro rogando por comida con el labio inferior ligeramente por encima del superior. Me mordí el labio disfrutando de la escena, pues ver al orgulloso rastreador pedir disculpas, y además admitir que era un idiota, no era un espectáculo que pudiera apreciar muy a menudo. Es más, supongo que no volvería a ver algo así en muchos pero muchos años. Vacilé un segundo antes de contestar, aunque sabía de antemano cual era la única y posible respuesta. No podía seguir más tiempo lejos de Demetri. Quería a mi amigo de vuelta.

- Te perdono. – respondí con una amplia sonrisa, imprimiendo en mis palabras el pacto de paz entre nosotros. - Yo también me comporté como una tonta. Lo lamento.

En el atractivo rostro de Demetri se dibujó una ancha sonrisa y el tiempo que dura un pestañeo fue suficiente para verme aprisionada entre sus brazos en un afectuoso abrazo. Demetri me zarandeaba como si fuera una muñeca de trapo y no pude reprimir las carcajadas. Era preciso, las palabras sobraban y el gesto sellaba nuestro acuerdo; ambos lo sabíamos: Volvíamos a ser los amigos de antes. Como si nada hubiera pasado.

***

Las semanas pasaron en un santiamén, y antes de darme cuenta el invierno había llegado a su fin. Estábamos a principios del mes de marzo y la primavera se acercaba reptando por la pradera, impregnando la brisa fresca con el perfume de las flores que despertaban de su sueño helado. Los días se habían vuelto cada vez más brillantes con un sol abrasador sin nubes a sus costados; los árboles vestían nuevos y coloridos ropajes e incluso los humanos habían cambiado los pesados abrigos por trajes más ligeros. El cambio de estación era inminente.

Fría EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora