Capitulo 35. Asignaciones

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El viento soplaba con fuerza en la ciudad, como si quisiera limpiar todo a su paso. Tomé una bocanada de aire con sabor al campo y lo dejé salir despacio. Se sentía bien, entre el verano en todo su esplendor y la vista de Volterra por la noche.

Había pasado el día con Corin en el comedor y me retiré a la hora de siempre sin que nadie recordara que ya no tenía por que irme. A pesar de que habíamos pasado la noche anterior celebrando el final de mis días de tortura. No fue hasta que estuve vestida y camino a la Sala de Entrenamiento que me percaté de esta nueva realidad. Tenía una noche libre extra y no iba a desperdiciarla dentro del castillo.

Ahora, me encontraba con la espalda apoyada sobre un bajo muro en la azotea de una de las casonas ubicadas en el círculo estratégico. Desde aquí podía ver las calles principales iluminadas con cálidas luces y animadas platicas. Estiré los brazos por encima de la cabeza y arqueé la espalda como un gato. Esta nueva libertad era extraña, dejar ir la rutina de las noches de entrenamiento no resultaba tan sencillo como había imaginado. Pero si soy sincera, no estoy segura de que era exactamente lo que estaba esperando que sucediera. Tal vez tenía la sensación de que sería como romper un hechizo. Catártico y liberador, y que iba a revolucionar mi mundo actual. Era un golpe de realidad darse cuenta que no había ningún hechizo y que la incertidumbre de lo que se avecinaba me hacía sentir incomoda. Aunque sabía que pronto nuevas responsabilidades aparecerían. Era cuestión de tiempo.

Escuché el reloj de la torre dar nueve campanadas, todavía era demasiado temprano y tenía que plantearme como aprovechar al máximo mis horas de libertad. Entonces, una ráfaga de viento trajo consigo un aroma familiar. Olisqueé buscando su fuente pero se había esfumado tan rápido como había llegado. ¿En que me había quedado? Ah sí, horas de libertad. Mucho que hacer, un sinfín de opciones desplegadas ante mis pies.

- Creí que nuestras noches juntos habían terminado, pero al parecer tuvimos la misma idea.

Sin hacer un solo ruido Alec había aparecido sobre mi azotea apenas a unos metros de distancia de mí. Fruncí el ceño. ¿Qué hacia él aquí? ¿Por que no lo había sentido venir? ¿Y no podía conseguirse él su propia azotea? Este nuevo espacio me gustaba y no tenía ganas de compartirlo. Suspiré antes de responder.

- Alguien de verdad disfruta de mi compañía me parece a mi. ¿Tan rápido me extrañas, Alec?

Alec soltó una risa sarcástica y puso los ojos en blanco, pero para mi sorpresa se acercó para sentarse a mi lado. Recargó la espalda sobre el muro y echó la cabeza hacia atrás suspirando. Lo observé de reojo. Llevaba los pantalones que solía usar para los entrenamientos, negros y de tela resistente, y una camisa azul oscuro sin botones. Ropa de entrenamiento, igual que yo. Tal vez Alec lo había olvidado también.

- Llegué a la mitad del camino hacia la Sala de Entrenamientos antes de darme cuenta de que había terminado. – murmuré con una sonrisa, un poco apenada.

- Es difícil deshacerse de la rutina.- contestó él girando apenas la cabeza para mirarme.- Yo llegué hasta la puerta, esperé unos minutos y ya tenía planeado tu castigo por hacerme esperar.

- En definitiva no voy a extrañar los castigos, ni regaños. – dije con una sonrisa, pero me imaginé a Alec de pie cerca de la puerta de la sala de entrenamientos maldiciendo en voz baja por no haberse dado cuenta antes.

- No pensaba encontrarte aquí – dijo él cambiando de tema.- Es un buen lugar, excelente vista.

- Lo dices como si tuviera un pésimo gusto.- contesté poniendo los ojos en blanco.- Y es un reciente descubrimiento a decir verdad.

Fría EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora