Capítulo 8. La torre del reloj

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 Demetri me contó todo lo que necesitaba saber para sobrevivir en la Fortaleza Vulturi y resultó un poco más complejo de lo que creía. Me dio un detallado listado de algunos miembros de la guardia, los más importantes de acuerdo a la jerarquía. La Guardia se dividía en tres sectores: superior o alta, media e inferior. Alec y Jane, los hermanos gemelos (sabía que había algo familiar) ocupaban los rangos más altos de toda la Guardia Vulturi y, por si fuera poco, eran los favoritos de Aro. El resto de los miembros de la Guardia Superior eran aquellos vampiros que poseían habilidades especiales: dones sobrenaturales o talento para el combate y estrategia. Estaba amaneciendo cuando dimos por terminada la sesión informativa, y él tuvo que marcharse.

Pasé una mañana relajada, tumbada en el diván sumergida en una buena lectura. Por primera vez desde mi llegada a Volterra estaba en mi habitación por gusto. Era un día cálido, y encontraba encantadores los rayos de sol colándose por las grandes ventanas. La brisa soplaba deliciosamente trayendo consigo el aroma del campo y la tarde pasó sin interrupciones. Mi ánimo se encontraba por todo lo alto, hasta el punto que me puse a tararear mientras tomaban un baño. No recordaba la última vez que me encontraba en tanta armonía con mi entorno. Era extraño y reconfortante. Por un momento, deje ir el recuerdo de mis padres.

Por la noche, Volterra estaba iluminada por la platinada luz de la luna llena y mientras me sentaba a los pies de la cama admiré su poder hipnótico. La luna se veía tan grande y brillante que de inmediato sentí el deseo de salir para mirarla de cerca. El clima seguía siendo agradable mientras recorría un montón de pasillos, hasta que, sin ser consciente de cómo, había llegado al vestíbulo del castillo. Era una estancia gigantesca, con un techo altísimo recargado de adornos muy al estilo renacentista. Una alfombra gruesa color carmín adornaba las pulidas baldosas de mármol café desde la puerta principal hasta un par de puertas que llevaban al laberinto de pasillos. En general, el vestíbulo tenía un aspecto de museo. Había vitrinas con objetos que, según las leyendas en los cristales, habían sido encontrado en las habitaciones. Se exhibía un conjunto de ropa de la época del renacimiento italiano con un maniquí. Supuse alguno de los miembros de la guardia habría donado generosamente una muda de ropa.

Una elegante araña de cristal, la más grande que he visto nunca, pendía del techo en el centro del salón, mientras que candiles más pequeños adornaban el resto de la estancia. Anduve por el lugar admirando las obras de arte expuestas en los muros, los exquisitos vitrales de las ventanas y las múltiples puertas que había en estrechos corredores conectados a la nave. Sin embargo, una puerta, más delgada y oculta a la vista llamó mi atención. Tenía un letrero escrito en italiano con elegante letra en el que se podía leer: Torre del Reloj.

        Movida por la curiosidad la abrí y subí por la delgada escalinata de piedra hasta un rellano a mitad de la torre. Más arriba, se podía escuchar el suave tic-tac del reloj en la punta. En el rellano había una puertecita vieja que me fue más atrayente que el mecanismo del reloj. Mientras acercaba mi mano al pomo, tuve la sensación de que había alguien más en la torre. Desterré el pensamiento y abrí la puerta con decisión. Me encontré con una balconcillo, donde tres personas serían suficientes para ocuparlo todo. Tenía una espléndida vista de la pradera que colindaba con las murallas de Volterra y unas bonitas buganvillas se enredaban en el estilizado y frágil barandal.

Levanté la mirada al cielo con la luz de la luna bañando mi rostro y dejé que mis dedos jugaran con las hojas de las flores. Aspiraba el aroma mezclado con el aire nocturno y la brisa de la pradera, cuando a la sinfonía de aromas se le unió otra fragancia. Tuve la intención de girarme en dirección a la puerta, cuando sentí a alguien de pie justo detrás de mí.

-           Creí que escaparías hoy, de nuevo – su respiración lenta y superficial soplaba en mi oído y su voz me dejó paralizada de pies a cabeza.

Fría EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora