Las carcajadas de Felix finalmente se apagaron, y los brazos de Alec se apartaron de mi cuerpo. Di un salto para alejarme de los tres, con una mueca de despreció les di la espalda y me eché a correr tratando de mantener mi dignidad intacta. Llegué a mi habitación enfurruñada cerrando con un portazo. Pasé el resto de la noche tendida sobre la mullida superficie de mi cama, murmurando cosas para mí misma y despotricando contra todos.
Los días que siguieron, nada mejoró en absoluto. Al contrario, mi existencia en este lugar se encontraba limitada a soportar la tensión y los fallidos intentos de Demetri para hablar conmigo y explicarme las cosas. Sin embargo, yo no necesitaba que lo hiciera, ya lo tenía todo muy claro: Él se había cansado de mí, y me había entregado a otro Vulturi para que lidiara conmigo. Ahora cada vez que me cruzaba con él no podía evitar sentir una oleada de rabia sacudir cada rincón de mi cuerpo. Después de unos días decidí que era mejor ignorarlo hasta el punto de fingir que no existía. Era el método más grosero y mezquino que se me había ocurrido, ya que los insultos y peleas demostraban que aún me importaba. El mejor veneno era la indiferencia, nada podía ser más letal. Procuré, además, que nadie supieran de mis problemas con Demetri, a excepción de Alec y Felix. Lamentablemente, fallé estrepitosamente y la Guardia Alta pronto se dio cuenta de nuestra pelea. Nadie intentó meterse en nuestro camino, si hacían comentarios lo desconocía, pues no pasaba mucho tiempo en la Estancia como para escucharlos y, de cualquier forma, era mejor que se mantuvieran al margen de la situación.
Las cosas cambiaron súbitamente un día martes. Después de un mes de no dirigirle la palabra a Demetri, logró acorralarme en el ala oeste. El ala oeste se había convertido en mi nuevo lugar favorito, casi nadie iba por ahí y me evitaba la pena de andar por ahí fingiendo sonrisas y contagiando a todo mundo con mi insoportable humor, que se estaba volviendo cosa de todos los días. Demetri se veía muy cauteloso cuando me encontró hecha un ovillo en el tercer escalón de la escalera de caracol. Sus movimientos eran lentos, como si de pronto hubiera entrado a la guarida de un ser peligroso. Tal vez lo estaba haciendo, pero por fortuna para él, aún era temprano por la mañana, estaba bien alimentada, de un humor tolerable y me había decidido a hacerles caso a las molestas punzadas en mi corazón que me rogaban me detuviera a escucharlo. Demetri tanteó el terreno con preguntas fáciles y parecía muy aliviado cuando contesté a cada una de ellas de manera cortés y casi sincera. Acto seguido comenzó su discurso con una tonta explicación, que aunque era algo lógica no la habría esperado.
- Persuadí a Aro, por que estaba pensando en tu futuro.- Sus primeras palabras provocaron que pusiera los ojos en blanco; él, en cambio no se inmutó y continuo:- Sabía que Aro te había acogido en la Guardia con una muy buena razón. Él no hace nada sin una razón significativa. Debo de admitir que en un principio no entendía por que eras tan importante para él. Para mí, y para el resto de la Guardia, eras una muchachita sola, extranjera que solamente poseía una belleza excepcional y que estaba metida en algo turbio. Pero con el tiempo y después del viaje a París, comencé a creer que había mucho más en ti que lo que todos creían. Y no me defraudaste. Comprendí por qué Aro te quería en la Guardia. Él sabía que eras una joya.- ¿Una joya? ¿Yo? Sí, claro.- Aunque ya has sido pulida aún te falta sacar a relucir todo tu brillo.
Mi vista estaba fija en la alfombra a mis pies, la levanté ligeramente y me sorprendió ver la brillante sonrisa que se había formado en los labios de Demetri. Sin previo aviso, él se acercó para sentarse en la escalera conmigo. No me moví de mi sitio, pero seguí sus movimientos mientras se acomodaba a mi lado. Esperé pacientemente a que continuara con su inusual disculpa, pero el silencio se prolongó durante varios minutos. Volví mi vista hacia su rostro y sus ojos se clavaron intensamente en los míos, como si pretendiera hacerme entender algo más. Pero me sentía confundida por su comparación de mi persona con una piedra brillante y me era difícil descifrar aquella mirada. Además, ¿a qué venía todo aquello? ¿Y cómo es que esto justificaba que me entregara a las garras de Alec a la primera de cambio?
Como si estuviera leyendo mis pensamientos, Demetri volvió a hablar, y evité mirarlo a los ojos mientras su tono de voz bajaba de volumen.
- Desde el primer momento en el que te vi peleando con Alec, noté que había una chispa entre ustedes. – Fruncí el entrecejo. No me gustaba como había sonado eso, y él se alarmó. Supuse que temía que dejara de escucharlo, ya que levantó ambas manos como si intentara contenerme.- No me malentiendas, me refiero a su explosiva conexión.- Demetri soltó un suspiro de alivio al ver que no me movía.- Entonces pensé que nada sería más útil para liberar todo tu potencial que enfrentarte a alguien a quien considerabas tu rival. Supuse que él podría prepararte mejor que yo. Pensé que Alec podría pulir tus talentos, y antes de marcharme a Roma consideré oportuno mostrarle a Aro mi punto de vista. Accedió inmediatamente, desde luego.
De nuevo había una siniestra sonrisa en el rostro de Demetri cuando terminó de hablar y volvió a posar su mirada en mi rostro. No me había movido ni un solo milímetro desde que había llegado a mi guarida, y aunque mi postura era más bien indiferente, por dentro estaba sorprendida por la cantidad de información que Demetri me acababa de dar, y mi cerebro había logrado sintetizar el punto más importante en el caos mental que sufría: Todo este tiempo él había visto por mí.
Lamentablemente en el lío que estaban hechas mis ideas, encontraba este hecho insuficiente, o por lo menos no le encontraba ninguna razón valida para perdonarlo. Sin despegar los labios, me levanté y bajé de un salto de la escalera dispuesta a salir del pasillo dejando atrás al perplejo Demetri. Había caminado escasamente dos metros cuando su voz quebradiza y afilada como el cristal resonó en el pasillo.
- ¡Es que no piensas decirme nada!- masculló él entre dientes provocando que me detuviera. No me giré a mirarlo, pero sí lo escuché con suma atención. - ¿Sabes? Mi paciencia tiene un límite, y no pienso seguir detrás ti para pedirte me perdones. Ya he tenido suficiente de tus juegos, Madeline.
Como acto reflejo, me di la media vuelta para mirar su expresión, pues de pronto me pareció ver otro rostro y escuchar otra voz provenir del lugar que ocupaba Demetri con los puños apretados y el rostro cincelado en hielo. Sus palabras me remontaban a otro lugar, no este tétrico castillo, sino un lugar lejano y despejado a la orilla del ancho mar, frente a otro traidor como él. Escruté su rostro con atención, buscando en sus facciones alguna señal del viejo Demetri. Sabía que hablaba muy en serio por la expresión que tenían sus ojos: brillantes como ascuas, pero había algo escondido en ellos. Noté un matiz extraño, pero rápidamente me convencí de que no era más que el orgullo herido de un Vulturi. Por un minuto entero, nos contemplamos el uno al otro con los dos metros de distancia de por medio. No me decidía entre actuar, hablar o huir. Dentro de mí una mezcla variada de sentimientos me abrumaban y me ahogaban. Era como nadar contracorriente con los pies enredados en sinfines de algas de todos tamaños y colores, solo alcanzaba a reconocer las matices que me aprisionaban. En lo más hondo de mi ser abundaba la compasión y el perdón. Mi corazón a me pedía a gritos que perdonara a Demetri, por que lo quería de vuelta a mi lado. Por otro lado, la venenosa voz de la sed cargada de la rabia y desconfianza me recordaba que estaba gravemente herida y que no era la primera vez me enfrentaba a esta situación, se suponía que ya había aprendido mi lección.
Además desde cuando necesitas que alguien cuide de ti de esta forma.
Sin embargo, es mi orgullo el que se imponía ante todos. No me permití mostrar el abanico de emociones que hervían en mis venas ante alguien que consideraba como traidor y, finalmente, me decidí a hablar en un susurro movida por mis sentimientos negativos.
- En primer lugar, no quiero ni acepto tus disculpas. No tuviste que interferir así con mi vida.- Demetri abrió los ojos sorprendido. Lo pasé por alto y continué: - Soy lo suficientemente fuerte e independiente como para esperar cuidados de alguien a mis espaldas, pero por lo menos pudiste haberlo consultado conmigo, o insinuado o ¡algo! – Me detuve y finalmente dejé que mi parte noble suavizará mi violento discurso.- De cualquier forma, no quiero tener más problemas contigo.
Al pronunciar las últimas palabras mi mirada se quedó clavada en el piso, pero sabía que Demetri comprendía a que me refería. Él me conocía lo suficiente para saber que pretendía que volviéramos a ser amigos, pero no ahora. La confianza que le tenía se había esfumado, y tenía mucho que hacer para volver a ganársela. Por supuesto que no sería nada fácil.
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Fría Eternidad
FanfictionMadeline Blair es una vampireza libre, aventurera, seductora y misteriosa con un pasado coronado con sombras, extraño y nebuloso. Después de vagar por su cuenta mucho tiempo, ha decidido regresar con su antiguo clan, pero entonces Madeline se ve at...