2. El número 514, serie 23[2]

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Cada vez que emprendo la tarea de contar alguna de las innumerables aventuras de que se compone la vida de Arsenio Lupin, experimento una verdadera confusión, porque me parece que la más vulgar de estas aventuras es conocida por todos aquellos que van a leerme. En realidad, no hay un gesto de nuestro ladrón-nacional, como graciosamente se le ha llamado, que no haya sido señalado de la forma más retumbante, ni una hazaña que no haya sido estudiada bajo todas sus fases, ni un acto que no haya sido comentado con esa abundancia de detalles que se reservan, por lo general, al relato de acciones heroicas.

¿Quién no conoce, por ejemplo, esta extraña historia de La Dama Rubia, con sus curiosos episodios que los periodistas titularon en gruesos caracteres el número 514, serie 23... el crimen de la avenida de Henri-Martin... el brillante azul. ¡Qué efervescencia tras cada una de las peripecias que marcaron la lucha entre estos dos grandes artistas! ¡Y qué barahúnda en los bulevares, el día en que los vendedores de periódicos vociferaron: «La detención de Arsenio Lupin»!

Mi excusa es que yo aporto algo nuevo: aporto la palabra del enigma. Siempre queda algo de sombra alrededor de estas aventuras: yo la disipo. Reproduzco artículos leídos y releídos, copio antiguas entrevistas, pero todo lo coordino, lo clasifico y lo someto a la verdad exacta. Mi colaborador es este Arsenio Lupin cuya condescendencia conmigo es inestimable. Y lo es también, en ciertos momentos, el inefable Watson, el amigo y confidente de Holmes.

Aún se recuerda la formidable carcajada que acogió la publicación del doble despacho. El solo nombre de Arsenio Lupin era una seguridad de imprevistos, una promesa de diversión para la galería. Y la galería era el mundo entero.

De las indagaciones realizadas inmediatamente por el Crédit Foncier resultó que el número 514, serie 23, había sido vendido por el intermediario de la sucursal de Versalles del Crédit Lyonnais al comandante de Artillería Bessy. Ahora bien: el comandante había muerto de una caída de caballo. Se supo por sus compañeros, a los que se confió poco antes de su muerte, que había cedido el billete a un amigo.

─Ese amigo soy yo ─afirmó el señor Gerbois.

─Pruébelo ─objetó el gobernador del Crédir Foncier.

─¿Que lo pruebe? Es fácil. Veinte personas le dirán que yo tenía una gran amistad con el comandante Bessy y que nos reuníamos con frecuencia en el café de la Place d'Armes. Fue allí donde un día, para aliviarlo de un momento de apuro, le compré el billete por veinte francos.

─¿Tiene usted testigos de esa compra?

─No.

─En ese caso, ¿en qué funda usted su reclamación?

─En la carta que me escribió sobre tal asunto.

─Enséñela.

─Estaba en el secrétaire robado.

─Búsquela.

Arsenio Lupin le comunicó a los periódicos. Una nota publicada en el Echo de Paris, que tiene el honor de ser su órgano oficial y del cual, según parece, es uno de los principales accionistas, anunció que ponía en manos del señor Detinan, su abogado consejero, la carta que el comandante Bessy le había escrito a él personalmente.

Fue una explosión de júbilo: ¡Arsenio Lupin utilizaba un abogado! ¡Arsenio Lupin, respetuoso con las reglas establecidas, designaba para representarlo un miembro del foro!

Toda la prensa se lanzó a casa del señor Detinan, influyente diputado radical, hombre de alta probidad al mismo tiempo que de espíritu refinado, un poco escéptico, a veces paradójico.

Detinan no había tenido nunca el placer de reunirse con Arsenio Lupin... y lo sentía profundamente... pero acababa de recibir sus instrucciones, en efecto, y muy emocionado por una elección que le halagaba, pensaba defender vigorosamente el derecho de su cliente. Abrió el expediente recientemente constituido y sin detenerse, exhibió la carta del comandante, la cual probaba, sin lugar a dudas, la cesión del billete, aunque no mencionaba el nombre del nuevo comprador.

Arsenio Lupin contra Sherlock HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora