─Me encontraba midiendo las habitaciones ─dijo Watson─, cuando vi una sombra en el jardín. No tuve más que una idea...─¡La de apoderarse de la sombra!... La idea era excelente. Sólo que ¡ya ve usted!... ─dijo Holmes, ayudando a su compañero a levantarse y arrastrándolo hacia la verja─. Watson, cuando reciba usted una carta mía, asegúrese primero de que no han falsificado mi letra.
─Pero, entonces..., ¿la carta no es suya?
─No.
─¿De quién?
─De Arsenio Lupin.
─Pero ¿con qué fin?
─¡Ah! No lo sé, y eso es precisamente lo que me preocupa. ¿Por qué diablos se ha molestado en fastidiarlo a usted? Si se hubiese tratado de mí, lo comprendería. Pero sólo se trata de usted. Y me pregunto qué interes...
─Tengo prisa por volver al hotel.
─Yo también, Watson.
Llegaron a la verja. Watson, que iba delante, agarró uno de los barrotes y tiró.
─¡Vaya! ─exclamó─. ¿Cerró usted?
─Claro que no. Dejé la hoja entreabierta nada más.
Sherlock tiró a su vez, luego, espantado, se arrojó sobre la cerradura. Se le escapó una blasfemia.
─¡Está cerrada! ¡Cerrada con llave!
Sacudió la puerta con todas sus fuerzas, luego, comprendiendo la inutilidad de sus esfuerzos, dejó caer los brazos, desalentado, y dijo con voz entrecortada:
─Ahora me lo explico todo. ¡Es él! Previó que yo bajaría en Creil y me ha tendido una bonita trampa para el caso en que viniera aquí a empezar mi investigación esta misma noche. Además, ha tenido la gentileza de enviarme un compañero de cautiverio. Todo para hacerme perder un día, y también, sin duda, para probarme que haría mejor en no mezclarme en sus asuntos.
─Es decir, que somos sus prisioneros.
─Ha pronunciado usted la palabra exacta. Sherlock Holmes y Watson son los prisioneros de Arsenio Lupin. La aventura se realiza a las mil maravillas... Pero no. No es admisible...
Una mano se abatió sobre su hombro: la de Watson.
─Allá arriba... Mire allá arriba... Una luz...
En efecto, una de las ventanas del primer piso estaba iluminada.
Se lanzaron corriendo hacia la casa, cada uno por una escalera, y se encontraron al mismo tiempo a la entrada de la habitación iluminada. En el centro de la misma ardía un cabo de vela. Al lado había una cesta, y de esta cesta emergía el gollete de una botella, las patas de un pollo y medio pan.
Holmes estalló en carcajadas.
─¡Maravilloso! ¡Nos ofrece la cena! Éste es el palacio de los encantamientos. ¡Una verdadera fantasía! Vamos, Watson, no ponga esa cara de entierro. Todo esto es muy divertido.
─¿Está usted seguro de que es muy divertido? ─gimió, lúgubre, Watson.
─¡Claro que estoy seguro! ─exclamó Holmes con alegría demasiado ruidosa para ser natural─. Es decir, que jamás he visto nada tan divertido. ¡Es de excelente comicidad!... ¡Qué gran maestro de la ironía es este Arsenio Lupin!... Lo enreda a uno, pero ¡con una gracia!... No cedería mi puesto en este festín por todo el oro del mundo... Watson, querido amigo, me angustia usted. Me despreciaría, y no tendría usted esa nobleza de carácter que ayuda a soportar el infortuino. ¿De qué se quja? A esta hora podría estar usted con mi puñal clavado en la garganta..., o yo con el suyo en la mía, porque era eso lo que buscaba nuestro malvado amigo.
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Arsenio Lupin contra Sherlock Holmes
Historical FictionVolumen (2). Maurice Leblanc estaba convencido de que la propiedad era un robo, de modo que se le ocurrió crear uno de los personajes más populares que ha dado la literatura de misterio: Arsenio Lupin, caballero ladrón, que durante décadas desvalijó...