Clotilde había cruzado sobre su frente aquellas manos finas y pálidas, y durante mucho rato las conservó así, inmóviles. Al fin, abriendo los dedos, descubrió su doloroso rostro y preguntó:─¿Eso es todo lo que tiene que decirle a mi padre?
─Sí, y le diré que tengo como testigo a la señorita Gerbois, que reconocerá a la Dama Rubia, a Sor Auguste, que reconocerá a Antoinette Bréhat, a la condesa de Crozon, que reconocerá a la señora de Real. Esto es lo que le diré.
─No se atreverá usted ─respondió la muchacha, recobrando su sangre fría ante la amenaza de un peligro inmediato.
Holmes se puso en pie y dio un paso hacia la biblioteca. Clotilde le detuvo.
─Un momento, señor.
Reflexionó, ahora dueña de sí, y muy tranquila, le preguntó:
─Usted es Sherlock Holmes, ¿verdad?
─Sí.
─¿Qué quiere usted de mí?
─¿Qué quiero? Tengo empeñado un duelo con Arsenio Lupin y necesito salir vencedor en él. En la espera de un desenlace que no ha de tardar mucho, estimo que un rehén tan preciado como usted me da sobre mi adversario una ventaja considerable. Así pues, usted me seguirá, señorita, y yo la confiaré a uno de mis amigos. Cuando haya conseguido mí propósito, quedará usted libre.
─¿Es todo?
─Es todo. Yo no formo parte de la policía de su país y, por consiguiente, no me creo con derecho… a hacer justicia.
La muchacha parecía resuelta. Sin embargo, exigió aún un momento de tregua. Sus ojos se cerraron y Holmes la miraba, tranquilizado de pronto, casi indiferente a los peligros que le rodeaba.
«¿Acaso se creerá en peligro. Pero no, puesto que Lupin la protege. Con Lupin nada le puede pasar. Lupin es todopoderoso. Lupin es infalible». Penso Holmes.
Y en voz alta:
─Señorita, hablé de cinco minutos y ha pasado media hora.
─¿Me permite que suba a mi habitación y coja mis cosas?
─Si usted lo desea, señorita, iré a esperarla a la calle Montchanin. Soy un excelente amigo del portero Jeanniot.
─¡Ah!... ¿Sabe usted?... ─preguntó con visible muestra de terror.
─Sé muchas cosas.
─¡Bien! ¡Llamaré entonces!
Acudió al criado, trayendo el abrigo y el sombrero de Holmes. El inglés dijo a la muchacha:
─Es preciso que dé usted a su padre una razón que explique nuestra marcha, y que tal razón pueda explicar, si es necesario, su ausencia durante varios días.
─Es inútil. Estaré de vuelta enseguida.
De nuevo se desafiaron con la mirada, irónicos y sonrientes los dos.
─¡Cómo está segura de él! ─exclamó Holmes.
─Ciegamente.
─Todo cuando él hace está bie, ¿no? ¡todo lo que él quiere se realiza! ¡y usted lo aprueba todo y está dispuesta a darlo todo por él!
─Lo amo ─respondió la muchacha, estremeciéndose de pasión.
─¿Y cree usted que él la salvará?
Clotilde se encogió de hombros y, avanzando hacia su padre, le previno:
─Me llevo al señor Stickmann. Vamos a la biblioteca Nacional.
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Arsenio Lupin contra Sherlock Holmes
Historical FictionVolumen (2). Maurice Leblanc estaba convencido de que la propiedad era un robo, de modo que se le ocurrió crear uno de los personajes más populares que ha dado la literatura de misterio: Arsenio Lupin, caballero ladrón, que durante décadas desvalijó...