35. La lámpara judía 1[4]

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Una hora más tarde, durante el almuerzo, vio a Sophie y a Henriette, las dos hijas de los D'Imblevalle, dos lindas muchachitas de ocho y seis años, respectivamente. Se habló poco. Holmes respondía a las amabilidades del barón y de su mujer con tal aspereza que ambos resolvieron guardar silencio. Sirvieron el café. Holmes se bebió de un trago el contenido de su taza y se levantó del asiento.

En ese momento entró un criado, que llevaba un recado telefónico para él. Lo abrió y leyó.

Reciba mi calurosa admiración. Los resultados obtenidos por usted en tan poco tiempo son asombrosos. Estoy perplejo.

Arsenio Lupin

Tuvo un gesto de extrañeza, y, enseñando la comunicación al barón, dijo:

─¿Empieza usted a creer, señor, que sus paredes tienen ojos y oídos?

─No lo comprendo ─respondió el barón, aturdido.

─Yo tampoco. Pero lo que sí comprendo es que aquí no se hace un movimiento que no sea visto por él, ni se dice una palabra que él no oiga.

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Aquella noche Watson se acostó con la conciencia tranquila de un hombre que ha cumplido con su deber y que no tiene ya otra tarea que dormir. Así pues, se durmió rápidamente, y le visitaron hermosos sueños en los que perseguía a Lupin y se disponía a detenerlo con su propia mano, y la sensación de esta persecución fue tan clara que se despertó.

Alguien rozó su cama. Agarró el revólver.

─Un paso más y disparo, Lupin.

─¡Diablos! ¡Qué fuerte está usted, querido amigo!


─¿Cómo? ¿Es usted, Holmes? ¿Me necesita para algo?

─Necesito sus ojos. Levántese...

Le llevó a la ventana.

─Mire... Al otro lado de la verja...

─¿En el parque?

─Sí. ¿No ve nada?

─No veo nada.

─Sí, tiene que ver algo.

─¡Ah! En efecto..., una sombra..., dos...

─¿Verdad que sí? Contra la verja... Mire, ahora se mueven... No perdamos tiempo.

Tanteando, sujetándose a la barandilla, bajaron por la escalera y llegaron a una habitación que daba a la escalinata del jardín. A través de los cristales de la puerta vieron las dos siluetas en el mismo sitio.

─Es curioso ─dijo Holmes─. Me parece oír ruido en la casa.

─¿En la casa? ¡Imposible! Todo el mundo duerme.

─Escuche, sin embargo...

En aquel momento un ligero silbido vibró por el lado de la verja y vieron una vaga luz que parecía proceder del chalé.

Arsenio Lupin contra Sherlock HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora