¿Qué pasaba? ¿Algún peligro imprevisto? ¿Ganimard? Pero no...
Estuvo a punto de volver a su despacho y huir. Pero primero se dirigió a la ventana. Nadie en la calle. ¿Ya estaría, pues, el enemigo dentro de la casa? Escuchó y creyó discernir rumores confusos. Sin dudarlo más, corrió hasta su despacho y, cuando franqueaba el umbral, oyó el ruido de una llave que intentaban introducir en la cerradura de la puerta del vestíbulo.
─¡Diablos! ─murmuró─. ¡No hay tiempo! Tal vez la casa esté cercada... ¿La escalera de servicio? ¡Imposible! Afortunadamente tengo la chimenea...
Empujó con fuerza la moldura. No se movió. Hizo un esfuerzo mayor. No se movió.
Al mismo tiempo tuvo la impresión de que la puerta se abría y que sonaban pasos.
─¡Maldita sea! Estoy perdido si este mecanismo no...
Sus dedos se apretaron alrededor de la moldura. Se apoyó en ella con todo su peso. ¡Nada se movió! ¡Nada! Por una mala suerte incleíble, por una terquedad verdaderamente pasmosa del destino, el mecanismo, que hasta hacía un momento había funcionado maravillosamente, no funcionaba ya.
Se ensaño con él, crispó los dedos. El bloque de mármol permanecía inerte, inmutable. ¡Maldición! ¿Era admisible que aquel obstáculo estúpido le cortase el camino? Golpeó el mármol, lo golpeó furiosamente con los puños, lo martilleó, lo insultó...
─Vaya, señor Lupin, ¿hay algo, por lo visto, que no marcha a la medida de sus deseos?
Lupin se volvió, sacudido por el espanto. ¡Sherlock Holmes estaba ante él! ¡Sherlock Holmes! Lo miró parpadeando, como herido por una visión cruel.
¡Sherlock Holmes en París! ¡Sherlock Holmes, al que había expedido la víspera a Inglaterra como si fuera un paquete peligroso, se alzaba ante él, victorioso y libre! ¡Ah! ¡Para que este milagro se realizase a pesar de la voluntad de Arsenio Lupin, era preciso un trastrueque de las leyes naturales, el triunfo de todo lo ilógico y anormal! ¡Sherlock Holmes frente a él!
Y el inglés dijo, irónico a su vez y lleno de aquella cortesía desdeñosa con que su adversario lo había azotado tan frecuentemente:
─Señor Lupin, le aseguro que a partir de este momento no pensaré nunca más en la noche que me hizo pasar en el chalé del barón de Hautrec, nunca más en las desventuras de mi amigo Watson, nunca más en mi secuestro en automóvil ni tampoco en ese viaje que acabo de realizar, atado por orden suya a una incómoda litera. Este momento lo borra todo. Ya no me acuerdo de nada. Estoy pagado. Estoy espléndidamente pagado.
Lupin guardó silencio. El inglés continuó:
─¿No es ésta también su opinión?
Insistía como si reclamase un asentimiento, una especie de recibo sobre el pasado.
Tras un instante de reflexión, durante el cual el inglés se sintió atravesado, escrutado hasta lo más profundo de su ser, Lupin declaró:
─Supongo, señor, que su conducta actual se apoya en motivos serios.
─Extremadamente serios.
─El echo de que haya escapado de mi capitán y de mis marineros no es más que un incidente secundario de nuestra lucha. Pero el hecho de encontrarse aquí delante de mí, solo, ¿oye usted?, solo frente a Arsenio Lupin, me hace creer que su revancha es tan completa como es posible.
─Tan completa como es posible.
─¿Esta casa?
─Cercada.
ESTÁS LEYENDO
Arsenio Lupin contra Sherlock Holmes
Historical FictionVolumen (2). Maurice Leblanc estaba convencido de que la propiedad era un robo, de modo que se le ocurrió crear uno de los personajes más populares que ha dado la literatura de misterio: Arsenio Lupin, caballero ladrón, que durante décadas desvalijó...