III

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¿Pero qué? Sentía que había dormido por horas ¡Y aún era de día! ¿Cómo diablos era posible? No tenía sentido, nada tenía sentido allí.

Salió de la habitación, buscando a Mizael.

—Oye hippie ¿Cómo qué hora es? Tengo hambre.

Caminó descalza sobre el helado suelo de piedras, y fue hasta la cocina, curioseando un poco a su paso.

—Pintor hippie ¿Estás por aquí? Tengo hambre, espero no te moleste si tomo algo para comer —pronunció mientras elegía una especie de manzana.

Si no la asesinaba él, de seguro lo haría aquella fruta extraña, que ni siquiera sabía si era comestible o no.

Le dio una mordida, comprobando que tenía un sabor bastante raro, como dulce al comienzo, pero si lo masticaba mucho, se ponía picante. ¿Cómo diablos era posible?

Salió de la casa, comiendo la fruta, y lo buscó con la mirada, observando además su bonito jardín. Para ser un hippie roñoso, tenía un jardín muy bien cuidado.

La joven castaña estaba por volver a llamarlo, cuando lo escuchó hablar. ¿Tendría visitas?

Se acercó con pasos lentos, cautelosos, hacia donde estaba escuchaba la voz de él, extrañada de no oír a nadie que le respondiera, y se escondió detrás de una columna, viendo que Mizael estaba sentado en el jardín... Hablando solo.

—Yo intentaría ser su amigo, pero no creo que ella lo apruebe. Se nota que le molesta estar aquí, y hablar conmigo. Y no sé si sea buena idea hablar con el consejo, al ser ella una mujer, podrían quererla para hacerle cosas malas —pronunció mientras pintaba una figura de arcilla que ya se había secado—. No me gustaría saber que fui el culpable de causar dolor a otra persona, no sería bonito, ni podría soportarlo —suspiró, cambiando la pintura del pincel—. Creo que es una mujer muy bonita, bueno, no es como si conociera muchas mujeres... De hecho, es la primera que conozco.

Encima de marihuano, hippie, roñoso, también loco. Estaba hablando solo, no había más nadie allí.

—Me emociona tener a alguien más aquí, pero creo que es una mujer hostil, tal vez con las Unkialas podría llevarla, pero es que esas mujeres me dan un poco de miedo. Tienen un aspecto tan grotesco. Y sé que lo merecen por las cosas que han hecho, pero... Es triste saber que acabaron así por su propia ambición.

—Oye.

Giró su cabeza al escuchar la voz de Ágata, y la miró curioso.

—¿Con quien hablas? ¿Hay alguien invisible?

—Hablo solo —sonrió.

—Hablas solo ¿En serio? Al menos debiste advertirme que estabas algo trastornado —le dijo caminando hacia él.

—No creo estar mal de la cabeza —pronunció bajo, volviendo su vista a la figura en sus manos, para terminar de pintarla—. Pero tanto tiempo solo...

—Sí ¿Quién no se volvería loco, no? —le dijo sentándose junto a él—. ¿Por qué no creaste una persona? Así te hubieses sentido más acompañado.

—No puedo crear personas, porque nosotros fuimos maldecidos. No podemos crear ese tipo de vida, pero si puedo darle vida a otras figuras —sonrió tocando la arcilla.

Aquello que parecía ser un ratoncito de colores brillantes, tomó vida, y se quedó unos segundos parado en la palma de la mano de Mizael, antes de escabullirse por el césped.

—Quisiera poder hacer algo así, debe ser increíble —pronunció sorprendida.

—Se siente bien.

—¿Y hay más ratas como esa que soltaste? ¿O será la única?

—Todos somos únicos, Ágata, aunque nos veamos parecidos o no —sonrió.

—Ay, ya vas a empezar con tus delirios de hippie... —murmuró rodando los ojos.

Mizael la observó por un momento, antes de desviar la mirada.

—Esa forma que tienes de llamarme, hippie, ¿Es un insulto?

...

MizaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora