—¿Sigues molesta conmigo? —se animó a preguntar, entrando en la habitación donde ella estaba.
—No estoy molesta contigo, Mizael, mucho menos con el bebé, sino por el hecho de saber que me va a quedar abierto con la circunferencia de una sandía.
—¿Pero la vagina no es un músculo? —le preguntó en un tono confuso—. ¿No se supone que debe volver a su tamaño? Siempre que lo hemos hecho, se sintió igual, apretado.
—Pues olvídate de volver a sentir eso.
La miró y sonrió suavemente, haciéndola fruncir el ceño.
—¿De qué te ríes?
—Me gusta las líneas que se te hacen cuando te enojas entre las cejas. Y Ágata, si ya no aprietas, mejor, así no te dolerá tanto.
—Mizael, yo no sé si tú piensas las cosas antes de decirlas, si verdaderamente eres así de tonto, o demasiado ingenuo. Inocente ya no puedo decir por obvias razones —le dijo señalándose el vientre.
—¿Dije algo malo? Siento que siempre que hablo, tú te enojas.
—Ten un poco más de tacto cuando tratemos temas serios.
—De acuerdo, y... Lo siento —pronunció bajo.
Lo miró y suspiró, acercándose a él. Le separó los brazos, y se puso entre ellos, siendo abrazada por Mizael.
—La verdad ya no sé qué siento por ti.
—¿Algo malo? —le preguntó mirándola a los ojos—. Sé que tú no querías un bebé, y perdón, yo lo entendí todo mal. Donde crecí, no me dieron mucha información de que fue lo que pasó, y ya de adulto, preferí aislarme de los demás. Siempre fui diferente, y no me sentía cómodo con ellos.
—¿Te molestaban?
—A veces... Tú sabes que quizás ignoro cosas, y no entiendo otras.
—Eres muy especial para mí, y eso debe ser suficiente ¿No? —sonrió suavemente, tomándolo del rostro para bajar su cabeza y besarlo.
Mizael la abrazó por la cintura con uno de sus brazos, y la tomó por la nuca con su otra mano, acercándola más a él. Descendió la mano que estaba en su cintura hacia su trasero y lo apretó con algo de fuerza, aumentando aún más la intensidad del beso.
Siguió bajando su mano y le levantó la falda, escuchándola jadear contra su boca cuando sus dedos rozaron su intimidad, y que ella separara los muslos.
Y cuando la estaba por levantar y tomarla en brazos, sintió una vibración en el jardín, que lo hizo dejar de besarla.
—¿Q-Qué pasa? —le preguntó agitada la castaña, tomándolo de los hombros.
—Zakael acaba de llegar.
—¿Qué? Ay no, finjamos que no estamos y vamos a la habitación —susurró.
—No podemos hacer eso, él sabe que estamos aquí.
—¡Pero yo quiero tener sexo ahora! —chilló molesta—. Ya estoy mojada, quiero hacerlo.
—Á-Ágata, lo siento, debemos atenderlo.
—Aish, maldito idiota que vino a joder no más —pronunció molesta, alejándose de Mizael, acomodándose la ropa.
—Ágata.
—No quiero hablar, estoy molesta —le dijo con fastidio, atando su cabello.
—No quiero que te enojes conmigo.
Le hizo un ademán con su mano, y lo dejó solo, yéndose a la habitación que ambos compartían. Sabía que no era su culpa, pero ya estaba con las hormonas alborotadas, y caliente.
¡Odiaba quedarse con las ganas!
Mizael suspiró y fue hasta la puerta para abrirla, donde ya lo estaban esperando del otro lado Zakael con su familia.
—¿Llegamos en un mal momento?
—No, no, pasen por favor, y bienvenidos, es un placer conocerlos —sonrió suavemente.
—Quería presentarte a mi mujer, Karen, y él es mi hijo Ren —sonrió Zakael.
—Zakael me habló mucho de ti, es un placer conocerte —sonrió la joven madre.
—Tienen un niño muy lindo, me pregunto si mi hijo se verá así de bonito cuando tenga su edad —sonrió mirando al bebé.
—Hablando de eso ¿Dónde está tu mujer? Hace mucho tiempo no hablo con una y tengo muchas cosas que contarle sobre el embarazo y la maternidad —sonrió emocionada Karen.
—Ah, pues... Ágata está un poco molesta ahora, pero de seguro vendrá en un rato a saludarlos. Vengan, les ofrezco algo para beber y comer ¿Quieren? —les dijo llevándolos hacia la cocina.
No sería correcto decirles que ella estaba molesta porque los habían interrumpido ¿Verdad?
...
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