"—Debemos actuar todas juntas, a la misma vez, si no lo hacemos, habrán fallas en el proceso.
—De acuerdo.
—¿Dónde está Minrael?
—¿Cómo que no está Minrael?
—La última vez que la vi, estaba con un niño.
—¡¿Cómo que con un niño?!
—¡¿Y ahora que haremos, Nadiame?!
Las mujeres rápidamente entraron en pánico, al ver que una de ellas no estaba presente en la ceremonia, y el tiempo para huir era inminente ya.
—¡Silencio todas! —exclamó la líder de ellas, una joven de cabello castaño y ojos verdes—. Nos iremos con o sin Minrael aquí.
—Pero si nos vamos sin ella, el intercambio será imperfecto.
—Prefiero vagar en tierras desconocidas por siglos, a ser convertida, y permitir que ustedes también lo sean, en esas asquerosas criaturas. ¡Nos vamos todas ahora! —exclamó, al momento en que se tomaban de las manos.
Minrael vio la luz que se estaba emitiendo en ese momento, y corrió hacia ellas, alcanzándolas para ser transportada también... Sabiendo que por su culpa, nada saldría como esperaban, y su exilio sería mayor ahora."
***
Abrió los ojos, dejando de gritar cuando sintió que ya no estaba cayendo, y se encontró en la sala de una lujosa casa, que claramente no conocía.
—No puede ser ¿Qué demonios está pasando? ¿Dónde estoy? ¿Cómo fue...?
Dejó de hablar al sentir el suelo retumbar bajo unas fuertes pisadas, y se giró, encontrándose con un alto hombre de cabello oscuro y ojos azules. Un tipo realmente enorme.
—¿Una mujer? —preguntó desconcertado al ver esa pequeña castaña en la sala de su casa.
Ella arqueó una ceja y sonrió divertida.
—Que observador.
No estaba para nada mal, muy fuerte, atractivo ¡Pero demasiado fitness para ella! El tipo ese debía medir como mínimo dos metros, y ni hablar de su masa muscular.
—Esto es imposible, las mujeres como tú no existen en Gianmat.
—¿Gianmat? ¿Qué es eso? —preguntó desconcertada.
—¿Me estás diciendo que no sabes dónde estás?
—No, obviamente no —pronunció con cierta molestia—. Estaba en la sala de mi casa, tomando un cóctel, cuando una de mis criadas se apareció con un viejo libro que habían dejado en la puerta de mi hogar. Le dije que lo arrojara a la basura, pero la torpe lo dejó caer al suelo, junto con las otras cosas que llevaba. Y como la buena mujer que soy, intenté ayudarla a recojer lo que había tirado en mi lujosa alfombra oriental, cuando toqué ese maldito libro, y... Y aparecí aquí.
—No entiendo nada de todo lo que has dicho.
—Aish, Dios, ¿Para qué tienes una cabeza tan grande? ¿Sólo para adornarla con cabello? Te pareces a mi ex marido, Roberto, tiene el cerebro del tamaño de una nuez.
El hombre frente a ella frunció el ceño, luciendo realmente molesto. Nadie le hablaba de ese modo a un superior como él.
—¿Tienes idea de cómo hacer para volver a mi hogar?
—No, pero tengo un mejor lugar donde llevarte —le dijo molesto, tomándola de la muñeca para sacarla de allí.
—¡¿Pero qué haces?! ¡Me lastimas! ¡Suéltame grandísimo imbécil! —exclamó golpeándolo con su puño, mandándolo a volar a varios metros de distancia de ella, contra una de las paredes.
Sus ojos que se habían tornado rojos, volvieron a su color verde al ver lo que había hecho, asustada.
—D-Dios mío —pronunció espantada, corriendo hacia él para ver si se encontraba bien, después de tremendo golpe.
Hasta había ahuecado la pared.
—No sé que diablos fue eso ¿Estás bien? Lo siento —le dijo arrodillándose a su lado, tomándolo del rostro.
El apretó los ojos, adolorido, y luego los abrió con algo de dificultad, respirando agitado.
—E-Eres... Una Merezita.
—¿Una qué? Jesus, el golpe fue muy fuerte —pronunció asustada—. Seguro tienes una contusión cerebral muy grave. No te preocupes, tengo un buen seguro médico que-
—¿Nadiame? —le preguntó desconcertado—. ¿Tú eres Nadiame de Montsat?
—Mi nombre es Tabitha McMillan, jamás había escuchado a esa tal Nadiane o como sea. ¿Te duele mucho la cabeza? ¿Sientes náuseas? ¿Ves doble?
—No, tú eres Nadiame de Montsat, la líder de las Merezitas. Ustedes... Regresaron a Gianmat.
...