—¿Cómo llegaste tú aquí?
—Am... Toqué un libro —pronunció bajo, desviando la mirada.
Omitiría la parte de haber llegado a la casa de Gabrale. No sabía si ellos lo conocían, y que tipo de relación podrían llegar a tener con él.
—¡Te pasó exactamente lo mismo que a mí! —exclamó Ágata—. Hace un poco más de dos semanas me encontré con un libro en la calle, cuando salía de la casa de mi ex, y acá terminé.
—¿Llevas aquí desde hace dos semanas? ¿Y no tuviste forma de comunicarte con tu familia?
—No existe una forma para hacerlo. Este es otro lugar, como otra dimensión creo. Supongo que ya te habrás dado cuenta que aquí hay magia o energía, como ellos lo llaman.
—Pero tu familia debe estar desesperada por ti, y más el padre de tu hijo. Dijiste que llevas dos semanas aquí, y nadie sabe nada de ti ni de tu bebé.
—Ah, pues —rio, tocando su panza—. Recién llegas, así que hay mucho que no entenderás tan fácilmente. Pero la cuestión, es que este bebé, es del grandote hippie que conociste hace un rato. Él es el padre de mi hijo, y fue hecho hace dos semanas prácticamente.
—¡¿Que diablos?! ¡¿Cómo vas a estar embarazada de dos semanas?! Una criatura de dos semanas ni siquiera tiene forma humana aún, y mucho menos se va a notar. Tú al menos debes tener cuatro o cinco meses de gestación.
—Nop, tengo dos semanas, y aquí el tiempo pasa muy diferente.
—E-Esto es increíble —Pronunció aturdida.
—Y eso que aún no has visto a la chica de afuera, practicando con su energía, creando figuras de diferentes elementos. O a su hijo, que puede hacer levitar objetos. O a Miza, que es un artista que puede darle vida a sus creaciones.
—Necesito sentarme un momento —pronunció bajo, dejándose caer en un sillón.
Era demasiado para procesar.
***
—¡Raidael! —exclamó Zakael llegando hasta el hogar de uno de los habitantes más longevos de Gianmat—. Necesito de tu ayuda, por favor.
Raidael vivía en el desierto, alejado de todos. Y aunque ya era un hombre mayor, su apariencia no era más que la de un hombre de cuarenta y tantos.
—Sé que no te gusta ser molestado, que odias que te visiten, pero yo en verdad necesito de tu ayuda. Tengo una familia, una mujer y un niño pequeño, que han quedado en medio de una batalla ajena a ellos... Mi familia es inocente, y no quiero perderla.
—¿Y qué se supone que haga yo? —preguntó la voz gruesa y grave, de un hombre.
—Ayudarnos a combatir a las unkialas. Muchos inocentes morirán por intentar salvar a su familia. Las mujeres han regresado a Gianmat.
—No pelearé una batalla que no me corresponde. Ya he dado mucho hace cuatrocientos años atrás, y la mitad de mi cuerpo lo demuestra —le dijo apareciendo frente a Zakael, en un rayo que cayó del cielo, quemando todo a su alrededor.
Zakael se cubrió el rostro por la luz y el calor generado por él, y bajó su mano cuando sintió que el resplandor era menor. Sí, Raidael había perdido medio cuerpo al detener a las unkialas hacía cuatrocientos años, y no perdería su vida nuevamente.
—Tienes el poder suficiente como para detener a todo su ejército si te lo propones. Podrías caer sobre ellos y generar una onda expansiva de energía que las quemaría en cuestión de segundos.
—Eso habría ocurrido en el pasado, cuando estaba completo —masculló mirando su lado izquierdo del cuerpo, el cual estaba incompleto.
—Te ofrezco mi cuerpo —pronunció con cierta tristeza—. Te doy mi cuerpo, a cambio de que detengas esto. No quiero que mi hijo viva en un mundo devastado, creciendo en la soledad, y la deriva. No quiero que mi mujer sea transformada en una de esas asquerosas criaturas, y le pueda hacer daño a Ren. Aunque estoy seguro que eso jamás ocurriría —sonrió suavemente—. Ella daría su vida por nuestro hijo.
—¿Por qué te sacrificarías tú por ellos? ¿Por todo Gianmat? ¿Por qué defender la vida de cientos de Gianmats que te hicieron a un lado? ¿O me dirás qué a ti no te trataron con desprecio por el simple hecho de ser un Takeils?
—No lo hago por ellos, sólo por mi familia... Porque los amo.
—¿Los amas? ¿Qué es eso?
—Un sentimiento que quizás puedas sentir cuando estés en mi cuerpo —le dijo mirando hacia abajo.
—Aunque use tu cuerpo, y me vea cómo tú, jamás seré tú. Y tampoco compartiré tus mismas emociones ni relaciones con nadie.
—Lo sé —murmuró angustiado—. Sólo termina con todo esto, nada más te pido.
...
Quizás, este era el motivo principal por el que Zakael no fue el segundo libro.