—Creo que tenemos que hablar de algo importante —le dijo en un tono incómodo, moviendo sus manos.
Ágata lo observó curiosa, mientras cortaba un trozo de lo que parecía ser pollo, o algo similar.
—¿De qué?
—¿Recuerdas lo que te dije cuando nos conocimos?
—¿Qué si era mujer por tener tetas? Sí, lo recuerdo —le dijo con simpleza, llevándose un nuevo trozo a la boca.
—No, a parte de eso, te dije que sentía que ya te había visto desde antes, que te conocía, y tú me dijiste que era imposibles, porque en la Tierra no existen gigantes.
—Ahh, eso, sí, lo recuerdo, ¿Qué tiene?
—Bueno, ahora sé porqué tenía esa sensación. Desde niño, yo he soñado con una mujer, no eran sueños recurrentes, pero siempre que soñaba, era la misma mujer. Sólo una vez pude ver su rostro de frente, y lo dibujé para no olvidarlo. Ágata, esa mujer es igual a tí.
—Eso es imposible, yo tengo veintidós años, y tú cómo quinientos, o seiscientos, no sé —sonrió divertida, continuando comiendo.
—Espera un momento —le dijo poniéndose de pie, para ir hasta la habitación a buscar el dibujo.
La castaña acarició su panza con una mano, y con la otra tomó el vaso para beber algo de agua.
—Tu padre es bastante extraño, niño.
—Aquí está, mira —le dijo regresando, con una hoja de papel.
Ágata se limpió las manos, y tomó el dibujo, observando sorprendida lo que allí había y luego a Mizael. Era verdad, era ella.
—Lo ves, eres tú. Y eres tú a esta edad.
—P-Pero no tiene sentido.
—¿Nunca sentiste nada en la Tierra? ¿Algo que te hiciera diferente?
—No, soy lo más normal que puede existir. Hasta tengo los ojos y el cabello café, como la gran mayoría de la población.
—Ágata, tu tienes energía como nosotros, y eso es algo que los humanos claramente no tienen.
—¿Cómo saberlo? Ustedes no conocen a los humanos.
—No, yo no, pero el consejal que conocimos hoy sí, y él sabe que eso es imposible.
—Si yo fuera como tú, podría hacer magia, y no puedo.
—Tal vez tu don aún no despierta, pero sé que lo hará.
—Soy humana, no puedo hacer eso, ya te lo dije —que dijo con cierto fastidio en el tono de su voz, continuando almorzando.
—De acuerdo —suspiró el rubio.
De nada servía discutir ahora, pero él sabía muy bien que ella no era una humana común.
***
—Zakael.
—Regresé para saber cómo se encuentran, si necesitan algo.
—Estamos bien, y ella y el bebé también lo están, gracias —sonrió Mizael.
—Quería hablarles un poco del embarazo. Los dos de los cuales he tenido conocimiento, duraron dos meses, el desarrollo y crecimiento del bebé es rápido, debido a que ellas son humanas.
—¿Dos meses? ¡Ni las gatas tienen crías tan rápido! O quizás sí, no sé, ¡Pero es una locura! —exclamó aturdida Ágata.
—Es el tiempo que ha durado el embarazo de mi mujer, y su amiga.
—¿Amiga? ¿Tu mujer vino con una amiga aquí? ¿Ambas así lo quisieron? —preguntó confundida la castaña.
—No, las trajo un libro.
—¡A mi me pasó exactamente lo mismo! —pronunció sorprendida—. Salía de la casa de mi ex, y me encontré con un libro en el medio de la calle. Lo tomé para dejarlo en un cesto de basura, y de la nada aparecí aquí.
—A ellas les pasó lo mismo, y no sabemos si a las demás mujeres también. Pero tiene que existir un motivo por el cual las trajeron —pronunció serio Zakael.
—Hablando de eso, yo tengo más dudas aún con respecto a Ágata —le dijo Mizael—. He soñado con una mujer desde niño, la cual obviamente he dibujado, y esa mujer es ella. Y no tiene sentido, porque ella no existía en ese entonces, su vida es mucho más corta que la nuestra.
—No, nada de lo que está ocurriendo tiene sentido. Ni siquiera sabemos como un libro con el poder de un portal, terminó en la Tierra. No sabemos quién lo dejó allí, por qué, o desde cuándo apareció. Tampoco sabemos si elige a las mujeres al azar o no.
—¿Tú mujer no tiene energía como Ágata?
—No, pero tiene ciertas habilidades que no conocía de ella. Al comienzo creímos que era por el bebé, porque despertaron mientras estaba embarazada. Pero nuestro hijo ya tiene dos meses, y ella sigue con el mismo don.
—Entonces no son elegidas al azar, ellas son especiales.
—Si tan sólo Mikael no hubiese muerto, hoy tendríamos muchas respuestas. Él podía conocer el pasado de las personas sólo con tocarlas, y hablo del pasado lejano, incluso si ha tenido otras vidas. En mi caso, sólo se trata del cercano. Su don era muy valioso, y lo perdimos para siempre —se lamentó el castaño—. Con tocar a Ágata, hubiésemos podido saber si ella está relacionada de algún modo con nosotros o no.
...
