XXXII

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—¡Miza! —exclamó corriendo hacia él, y que el rubio la tomara con cuidado.

A veces Ágata olvidaba que estaba embarazada al parecer.

—¡Ya lo recordé todo! ¡Ya sé quién soy! —sonrió, colgándose de su cuello para besarlo—. Y ya sé quién eres tú también.

—¿En serio?

—¡Sí! Tú eres ese bebito que encontré con una de mis compañeras, y que salvé de que muriera. ¿Quien diría que te convertirías en el padre de mi hijo? —sonrió divertida.

Mizael sonrió suavemente y la besó él esta abrazando, a él. Ibilia los miró a ambos, y no pudo evitar sonreír, al ver lo felices que eran los dos.

Y se le hizo imposible no pensar en Zakael. Quería buscarlo, verlo, contarle la verdad y buscar una solución. En verdad ella no quería dejarlo, alejarse de él, lo amaba tanto, que no podía imaginarse sin él en su vida.

Los miró por última vez y luego desapareció con su hijo.

—¿Tienes idea de cuántos años tengo realmente? —sonrió mirándolo a los ojos, acariciándole las mejillas.

—No, y no me importa realmente, Ágata.

—Minrael, ese es mi verdadero nombre —sonrió—. Y ya recuerdo que puedo hacer con mi energía.

—¿Qué puedes hacer?

—Crear como tú —le dijo con una suave sonrisa, robándole un beso, antes de alejarse de él y mirar como había quedado su nuevo hogar—. Y tendremos mucho ahora por crear y reconstruir.

—Sí, pero debes tomártelo con calma ¿De acuerdo? Recuerdas que estás embarazada.

—No te preocupes, el bebé y yo estamos bien.

***

—Nadiame —pronunció con rabia, al verla aparecer en su cueva.

—Hola Bakiela, parece que el tiempo no te ha sentado bien —sonrió divertida—. Cada día más fea.

—¡Eres una hija de puta! ¡Es tu culpa que mi imagen sea esta! ¡Tú lo hiciste!

La castaña miró hacia arriba, pensativa, y luego la observó a ella, sonriendo.

—¿Te das cuenta de lo poderosa que soy? O sea, no sólo soy una cara bonita —rio—. E imagina cuántos años llevo conservando mi energía.

—Podrás asesinarme si quieres, pero no seré la única. Vendrán más, muchas más luego de mi —pronunció cansada, debilitada por todo lo que había hecho.

—No me interesa —sonrió encogiéndose de hombros—. Ahora estamos todas de regreso, y los Takeils también, y los superiores. Esta vez será diferente.

—¿Sabes que no será diferente? La maldición que recaerá en tu familia —sonrió Bakiela, escupiendo sangre negra por su boca—. ¿Crees que fuí la única que sacrificó a su hijo por beneficio propio?

—No, por eso tienes un ejército de unkialas, o tenías —sonrió divertida.

—Eveael sacrificó a su hija para volver a la tierra —rio desangrándose—. ¿Y s-sabes que es lo p-peor de todo? Qué s-su hija fue la ú-única niña en Gianmat. No nacerán m-más mujeres en este mundo jamás.

La expresión de Nadiame cambió por completo al escuchar aquello, luciendo seria.

—Nosotras jamás haríamos eso.

—Murió un Takeils muy valioso para su especie, el único que t-tenía el don de los recuerdos remotos. Tu propia hija te maldijo a ti, y a toda su d-descendecia para siempre —rio débilmente, hasta fallecer.

¿Qué demonios había hecho la mocosa estúpida esa? Aún si recuerdos ¡Ninguna de ellas sería capaz de sacrificar un hijo!

Debía buscar a Gabrale y ambos intentar encontrar una solución. Qué no nacieran más niñas, iba a ocasionar un problema enorme en el futuro.

Cómo le iba a explicar después de más de cuatrocientos años ¿Qué habían tenido una hija? Otro motivo para que estuviera molesto con ella...

...

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