XXII

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No había podido ir a su casa, porque al salir de la de Mizael, sintió que alguien más se acercaba a él.

—Urafael ¿Qué ocurre?

—Hay un enorme problema, Zakael. Las unkialas han comenzado a movilizarse hacia las grandes ciudades. Y no vienen solas, sus asquerosas y repulsivas criaturas vienen con ellas. Es un ataque inminente.

—¿Cómo que un ataque? ¿Por qué? —inquirió desconcertado.

—No lo sabemos con cereza, pero... Este último tiempo han ocurrido cosas, hechos.

—¿Qué tipo de hechos? Sé claro, Urafael —gruñó molesto—. Si es cierto lo que dices, tiempo es algo que no tenemos.

—Han aparecido mujeres en Gianmat, y sé que esto es motivo de encierro por no haberlo notificado antes. Pero creemos quizás ellas se enteraron de esto, y vienen por las mujeres... Y niños.

Zakael miró desconcertado al otro concejal, y desapareció. Debía ir cuando antes a su casa y poner a salvo a Karen y Ren, después pensaría en las represalias.

***

—¿Planeas mantenerme aquí encerrada o qué? —preguntó en un tono aburrido Tabitha, acostada en uno de los sillones de la sala—. ¿Al menos tienes algo con alcohol? Necesito un trago.

Sintió una vibración en el suelo y las paredes, y rápidamente se puso de pie, mirando preocupada la expresión seria de Gabrale. En ese momento la puerta se abrió y un hombre pelirrojo entró a la casa.

—Gianmat sé está volviendo un caos. Las criaturas se acercan a la ciudad principal, las unkialas vienen con ellos. Es un ataque, ya no hay dudas de eso.

—Y creo saber porqué —le dijo el azabache, haciéndose un lado para que su compañero pudiera ver a Tabitha.

—¿U-Una mujer? ¿Ellas están desplegando sus fuerzas por esto? —preguntó desconcertado.

—¡Oye! No hables de mí como si fuera una cosa —exclamó molesta la castaña.

—¿No la reconoces, Mifalk? Es Nadiame —pronunció serio.

El pelirrojo miró a Tabitha y luego abrió los ojos con asombro, sin poder creerlo.

—¿Nadiame? ¿Las Merezitas regresaron? ¡¿Dónde está Helefias?! —le preguntó acercándose a Tabitha, tomándolo de los hombros—. ¡¿Dónde está mi hermana?!

—Yo ni siquiera sé quién eres tú, mucho menos sabré quien es tu hermana o donde está. ¡Suéltame! —exclamó cambiando el color de sus ojos.

—¡Tú te la llevaste! ¡Dime dónde diablos está ella! ¡Llevo más de cuatro siglos esperándola!

—¡Qué no sé quiénes mierda son ustedes! —gritó molesta, dándole un golpe en el pecho con su palma abierta.

Y si no fuera porque el pelirrojo conocía su poder, lo hubiese mandando a volar. Lo único que había conseguido en su lugar, había sido moverlo un poco, surcando el suelo.

—No creas que eso funcionará conmigo —siseó—. Dime dónde está Helefias ¡Ahora!

—No lo sé.

—¡Dímelo! —exclamó señalándola en la cabeza con su mano, haciéndola caer arrodillada en el suelo, gritando de dolor.

Gabrale la observó sufrir en el suelo, y desvió la mirada, intentado actuar indiferente. Todos conocían a Nadiame en Gianmat, las cosas que había hecho, y principalmente, como había engañado a uno de los superiores más respetado de todos, a él.

Era su orgullo el que estaba herido.

—¡Dime dónde está ella!

—¡No lo sé! ¡No sé quiénes son! —exclamó llorando desde el suelo—. Ya déjame, me duele mucho.

—¡No caeré en tus falsas palabras! ¡Quiero a mi hermana de regresó!

Los gritos de ella se hicieron más fuerte, y Gabrale cerró los ojos por un momento... Antes de intervenir.

—Ya está, es suficiente —le dijo poniéndose en el medio—. Ella en verdad no lo recuerda.

—¡¿Y vas a volver a creerle, Gabrale?! ¡Está mintiendo! ¡Es lo único que sabe hacer!

—A-Ayúdame —le pidió aferrándose a él, temblando y llorando—. Por favor, no sé que h-hice, pero lo siento.

—Tu hermana debe estar por alguna parte de Gianmat también. Te aconsejo que vayas a buscarla por tu cuenta.

—Eres un completo imbécil, Gabrale, ella volverá a utilizarte una vez más. En la primera oportunidad que tenga, se irá a la cama de otro, y tú lo sabes muy bien —le dijo antes de desaparecer de allí.

Gabrale apretó la mandíbula, y luego miró hacia abajo, a Tabitha, que continuaba llorando, y ella le negó con la cabeza, temblando.

—N-No lo haré, lo p-prometo.

...

MizaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora