XVII

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—¡Hola! Finalmente nos conocemos, tenía muchas ganas de hablar contigo. Mi nombre es Karen, y él es mi bebé Ren —sonrió la castaña saludándola.

—Hola, soy Ágata.

—Tienes una panza muy bonita ¿Sabes de cuánto tiempo estás?

—No, aquí es muy difícil medir el tiempo. Bueno, tú lo debes saber mejor que yo, llevas más tiempo viviendo aquí.

—Y no creas que tanto, bueno, no tanto midiendo el tiempo de acá —rio—. Serán unos, mm, siete u ocho meses. Obviamente en la Tierra ya habrán pasado más de dos años, pero aquí no tanto.

—Que locura todo ¿No? No sé qué habrás sido en la Tierra, pero terminaste aquí, en un lugar desconocido, teniendo un hijo con tipo que tampoco conoces... Igual que yo —Suspiró.

—Mi vida tampoco valía la pena en la Tierra, nunca encajé. Tuve siempre malos trabajos, mala relación con mi familia, muy pocos amigos. Nada que realmente lamente haber perdido. En cambio aquí, tengo mi casa, mi bebé, y a Zakael que es un buen tipo, aunque no lo parezca. Tengo un hogar.

—Pues tu marido se ve bastante tosco, y no quiero ser grosera.

—Sé que lo es —rio bajo Karen—. Y cuando lo conocí era peor. Nosotros peleábamos todo el tiempo, nos llevábamos tan mal, que ni podíamos vernos.

—¿Y cómo nació el bebé entonces? ¿Te violó?

—No, un día terminó cediendo a uno de mis pedidos, y en compensación, lo dejé que me tocara por primera vez. Creo que ese fue el comienzo de mejorar nuestra relación —recordó sonriendo divertida—. El sexo nos ayudó mucho, era en el único momento donde nos entendíamos. Cuando me enteré que estaba embarazada de Ren, él se mostró muy atento. Y desde entonces todo ha mejorado. No creo que sean malos hombres, sólo que no están acostumbrados a tratar con mujeres, pero aprenden rápido.

—Pues Mizael no es malo, jamás me pareció eso. Pero si es bastante ingenuo, algo que quizás me molesta un poco porque no soy una mujer con demasiada paciencia.

—Ahora que serás madre, tendrás que tenerla —sonrió.

***


—¿Te sientes mejor?

—Sí, bastante —sonrió con los ojos cerrados, siendo abrazada por Mizael.

—Me gusta mucho verte bien, saber que puedo hacerte sonreír.

—A mi también me gusta tener sexo contigo, Miza.

La miró, Ágata aún seguía con los ojos cerrados, abrazada a su pecho, desnuda, piel contra piel, y el rubio negó con la cabeza.

—Sí, pero... Yo no me refería sólo al sexo. Tú me haces sentir cosas que jamás había experimentado.

—Eso lo entiendo, jamás habías estado con una mujer.

—Que no estoy hablando del sexo, Ágata. Es un sentimiento que me nace desde adentro, no sé cómo explicarlo, una presión en el pecho. Y siempre me siento emocionado cuando estamos juntos, feliz. Y cuando te beso, eso se aumenta más y más, y yo siento tanto... Qué es algo tuyo, que te pertenece sólo a ti, y que no lo sentiría jamás por otra persona.

—Am, quizás...

—¿Quizás qué?

—Estés confundido.

—¿Confundido? ¿Confundido con qué?

—Confundido creyendo que estás enamorado, y sólo es calentura, Mizael.

—Yo ni siquiera sé que es eso de estar enamorado.

—Pues es más o menos lo que tú dices sentir por mí.

—Entonces es eso, estoy enamorado de ti, Ágata.

—¡Por supuesto que no! —exclamó alejándose de él—. No puedes enamorarte de una persona en cuestión de semanas, es estúpido e improbable. Sólo sientes atracciones porque soy la primera mujer que conoces, y has creado un vínculo conmigo.

—¿Pero estar enamorado es malo? Siento que te molesta que esté enamorado de ti.

—D-Deja de decir esa palabra ¿De acuerdo?

—Está bien —pronunció bajo.

—Iré a tomar una ducha, sola, y posiblemente hoy duerma en mi habitación.

—Te enojaste conmigo, ya no quieres dormir aquí.

—No hasta que aclares tus ideas, y te des cuenta que no estás enamorado —le dijo dirigiéndose al baño.

Así que, estar enamorado era algo malo, y mucho más decirlo.

...

MizaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora