XI

2.7K 449 73
                                    

—Hola, tú debes ser Zakael ¿Verdad?

—¿Y tú quien eres? —pronunció serio el castaño.

—Mi nombre es Mizael, hace mucho tiempo ya, fui elegido como un Takeil, debido a los habilidades, pero yo rechacé esa oferta.

—Mm ¿El pintor? ¿El artista?

—Sí, ese soy yo.

—¿Y qué quieres aquí? ¿Finalmente formarás parte del consejo?

—No, no quise eso antes, y mucho menos ahora —le dijo luciendo preocupado—. Necesito que me acompañes, por favor, esto es muy importante, y no podemos hablarlo en cualquier lugar.

Zakael observó al rubio, frunciendo el ceño. ¿Cómo confiar en alguien que lucía como él? Bastante desalineado, hasta su ropa estaba manchada con pintura y lo que parecía ser arcilla o barro.

—De acuerdo, pero si intentas algo-

—Mi intención no es hacerte daño, ven —le dijo tomándolo de la muñeca, antes de desaparecer ambos de allí.

Mizael lo llevó hasta su hogar, y el castaño lo observó expectante, luciendo tan serio, que parecía molesto, incomodando al artista.

—Bien ¿De qué quieres hablar?

—Sé que negarás hasta la muerte los siguientes nombres, créeme que yo jamás les haría daño. Conoces muy bien a Karen y Ren, son tu mujer e hijo.

Zakael afilió su mirada, peligrosamente al escuchar que los nombraba.

—Una mujer llegó a mí, su nombre es Ágata, pero no es la única que ha llegado a Gianmat como tu mujer. Hay muchas más, mis creaciones han encontrado más de treinta esparcidas por todo el continente. Como tú y yo, los consejales que las tienen las-

—Espera ¿Qué? ¿Más de treinta mujeres? —preguntó aturdido.

—Sí, hay más de treinta mujeres viviendo aquí. Y están ocultas, como Karen y Ágata... Bueno, Ágata ya no, porque decidió irse —pronunció bajo.

—¿Cómo que decidió irse? ¿Tú la dejaste ir?

—¿Qué más podía hacer? Ella no confía en mí, no quería seguir viviendo conmigo.

—¿Entiendes que ella sola está en peligro allí afuera? ¡Podrían matarla!

—L-Lo sé —pronunció afligido—. Es por eso que iré en contra de su voluntad. Ya envié a mis creaciones a localizarla. Zakael, si te pedí que vinieras, es para informarte esto. Muchos consejales tienen mujeres escondidas, y ellos tienen hijos, o sus mujeres los están esperando. ¿No se suponía que éramos infértiles? ¿Que fuimos maldecidos?

—Las mujeres fueron maldecidas, no nosotros. Ésta mujer tuya, Ágata ¿Ustedes tuvieron sexo?

—Sí —murmuró con algo de pena.

—¿Y es posible que ella pueda estar embarazada? Porque si es así, las Unkialas podrían encontrarla fácilmente, y si lo hacen, adiós a ambos. Están desesperadas por hallar un próximo sacrificio. El último fue hace dos meses, cuando murió uno de nuestros consejales y su hija.

—¿U-Una niña?

—Sí, tú dijiste que viste más mujeres e hijos ¿No han nacido niñas también?

El rubio negó con la cabeza, aturdido.

—No, todos los niños son varones.

—Es increíble que la única mujer que haya nacido en siglos, haya muerto por una sacrificio. Estúpido Mikael —pronunció con rabia el castaño—. Debemos encontrar cuanto antes a tu mujer, y si no está embarazada, debes de todos modos ocultarla. Es muy peligroso para ella estar sola allí afuera.

***

Frunció suavemente el ceño al sentir una luz brillante en sus ojos, y los abrió con algo de dificultad, encontrándose con Mizael. Al final la había ido a buscar, y ya había amanecido.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó en un tono adormilado.

—Estás bien, estás viva —le dijo en un tono aliviado, abrazándola—. Estaba tan preocupado por ti.

—Pues si me sigues apretando así, terminarás dejándome sin respirar.

—Lo siento, perdón —pronunció soltándola, ayudándola a ponerse de pie.

—¿Y él quien es? —le preguntó en un tono bajo, mirando con desconfianza a Zakael.

—Ágata, él es un consejal, es como yo, un Takeil.

—Ah, ya veo, haces magia, hola.

—¿Sabías que estás embarazada? —soltó sin más el castaño.

Ágata lo miró molesta y Mizael la observó sorprendido.

—¿E-Embarazada? ¿Tendremos un b-bebé?

—Pensaba decírtelo, en algún momento, pero-

—¿Ella lo sabía y tú no? ¿En serio eres tan estúpido?

—¡Hey! ¡A Mizael no lo insultes ¿De acuerdo?! —exclamó molesta, señalándolo con su dedo índice—. Nadie le puede decir lo tonto que es más que yo.

—Gracias... Supongo —murmuró el rubio.

Zakael observó a Ágata y luego a Mizael.

—¿No se supone que tu energía es lila?

—Sí.

—¿Y por qué la de ella es rosa?

—Debe ser por el bebé —pronunció confundido el artista.

—No, la criatura tiene el mismo color que tú, pero ella... No debería tener energía, tendría que proyectar la del feto, en lila, pero es rosa.

—Quizás eres daltónico —le dijo con simpleza Ágata, aún molesta por haber insultado al hippie.

¿Quién se creía ese imbécil para hablarle así a su tonto?

...

MizaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora