I

7.3K 520 83
                                    

"Pintor de sueños"

.

.

.

—Hace años atrás—

—Mizael, no puedes simplemente renunciar a tus obligaciones. Tienes un deber que cumplir...

El muchacho rubio ignoró lo que le estaban recriminado sus superiores, y continuó dibujando en una hoja, antes de mirarlos, y tocar con la palma de su mano el dibujo. Cuando la levantó, de la hoja salió una bonita ave de plumaje rojizo, que voló hacia el exterior de la habitación, por una ventana.

—Mi espíritu es tan libre, y real, cómo ella. No podrán jamás obligarme a pertenecer a algo así, porque no es algo que yo quiera. No voy a ser consejal, y no por tener habilidades únicas, tengo el deber u obligación, de ser parte de su asociación. Lo lamento —pronunció antes de desaparecer en un halo lila.

No le gustaban las peleas, las confrontaciones, discusiones, ni nada que involucrara un ataque físico o verbal.

Era un alma demasiado tranquila.

***

—Actualidad—

—En primer lugar, debes aceptar que nada pasa porque sí, y si terminaste aquí, en este lugar, es porque así debía ser. Tienes una misión, que aún no conoces, pero que la descubrirás al cumplirla.

—¿De cuál te fumaste, amigo? —le preguntó con recelo, frunciendo el ceño.

—¿Qué? ¿Fumar?

—Parece que no entiendes nada de lo que digo —pronunció frustrada—. Yo quiero saber dónde mierda estoy y por qué aparecí aquí.

—Te encuentras en Gianmat, específicamente en mi casa, y yo tampoco sé por qué terminaste aquí, sólo que así debía ser. Jamás cuestiones el por qué, sólo acéptalo y continúa.

—Dios, viendo la maraña que es tu pelo, todo largo y descuidado, al igual que tu barba. Tu ropa, este lugar, escucharte hablar, no hay dudas que eres un hippie mugroso.

—¿Hippie mugroso?

—¿Fumas marihuana, verdad? Ni lo respondas, estoy segura que sí.

—No sé de qué hablas, pero al verte, tengo la sensación de haberte conocido.

—Imposible, jamás había conocido a un gigante antes.

La observó, y frunció el ceño. Él estaba seguro que antes la había visto, sólo que no recordaba donde.

—Eres una mujer ¿Verdad?

—Que observador, hippie ¿Qué te dio una pista de mi sexo? ¿Las tetas? ¿Mis caderas? ¿Mi voz quizás?

—Tus tetas, tienes razón —sonrió.

Ágata lo miró y frunció el ceño. El tipo en verdad era así de estúpido, o se estaba haciendo. Pero esa sonrisa idiota en su rostro, le advertía que la respuesta era la primera opción.

—En este momento debería estar histérica, pero supongo que el shock aún no me ha dejado reaccionar, o quizás sea porque cualquier lugar era mejor que mi vida con Max.

—Oh no, este tampoco es un lugar seguro para ti. Aquí no existen las mujeres como tú, estás en peligro.

—¿Q-Qué? ¡¿Y me lo dices así de tranquilo?! ¡¿Es que estás tonto, amigo?!

—No, pero no me altero fácilmente —sonrió.

—Y no ¿Cuándo viste a un marihuano alterado? Jamás en la vida, si se la pasan fumados —pronunció frustrada, antes de ponerse de pie—. ¿Qué se supone que eres tú?

—Un pintor.

—¿Un pintor? —repitió al punto de entrar en un colapso nervioso—. ¿Y cómo me ayudarías entonces? ¿Pintando murales pidiendo paz? Dios, estoy tan jodida.

—No pinto murales, pero si me agrada la paz y tranquilidad.

—No me sorprende, eres un hippie —le dijo molesta, caminando por la habitación, observando las pinturas, las figuras de arcilla, comprobando que era muy bueno en lo que hacía.

Cada mínimo detalle era perfecto.

—¿Ganas mucho vendiendo tu arte?

—No vendo mis creaciones.

—¿Y de qué vives entonces?

—¿Cómo de que vivo? —preguntó confundido.

—Eso mismo ¿Cómo compras tu comida? ¿Tu ropa? ¿Cómo le haces?

—No suelo usar mucha ropa, y como lo que cosecho.

—Dios, de un posesivo enfermo materialista, me enviaste a un hippie minimalista ¿Qué quieres de mí?

...

MizaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora