VI

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Jadeó bajo, sintiendo los húmedos y tibios besos de Mizael por su cuello, descendiendo hacia el centro de sus clavículas, subiendo lentamente hasta su mandíbula.

Ágata le acarició suavemente la espalda, y abrió los ojos, con su vista borrosa en el techo pintado de hermosos lirios de diferentes colores, y entonces, una duda se cruzó por su cabeza.

—Seguro no puedes tener hijos ¿Verdad?

—No, estamos malditos —le dijo besándole el cuello.

El rubio era todo un meloso.

—¿Y por qué están malditos? Si no fuera porque vi que puedes hacer magia, no creería en eso de maldiciones.

Mizael la tomó del rostro y le dio un último beso en los labios, antes de abrazarla y acostarse al lado de Ágata, acariciándole uno de sus muslos.

—Hace muchísimo tiempo atrás, llegó una deidad aquí.

—¿Un Dios?

—Así lo vieron las mujeres.

—¿Y qué ocurrió?

—Las engañaron, no conozco muy bien la historia, ya que yo era un bebé cuando ocurrió, pero sé que fueron maldecidos por dar en sacrificio a sus hijos. Y no sólo a los propios, sino también que secuestraron muchos niños para sacrificarlos.

—Eso es horrible, enfermizo.

—Es por eso que ellas fueron malditas, convirtiéndose en criaturas horribles e infértiles. Y al ser las únicas hembras compatibles con nuestra especie, fue imposible procrear.

Al escuchar aquella última parte, sintió un escalofrío que le recorrió por todo el cuerpo. ¿En serio era tan estúpido?

—¡Mizael! —exclamó alejándose de él, al borde de entrar en un colapso nervioso.

—¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué luces molesta?

—¡¿Y encima lo preguntas?! ¡Ellas están malditas, no ustedes!

—Bueno, en teoría todos fuimos maldecidos, no hay forma de comprobar lo contrario.

—Llevamos más de una maldita semana follando sin protección ¡¿Tienes idea de lo riesgoso que es eso?!

—No, porque no podemos tener hijos.

Lo miró molesta, y luego le dio la espalda, acostándose de lado. Mizael la miró afligido, y se acostó de lado también, pero mirándola.

—Ágata ¿Estás enojada conmigo?

—Sí.

—¿Pero por qué?

—Porque pudiste haberme embarazado ya, y yo ni te conozco, no quiero un hijo de un desconocido.

—Te aseguro que no puedo tener hijos, no te enojes conmigo.

—No volveremos a tener sexo.

El rubio asintió con la cabeza en silencio, antes de girarse en la cama.

—Está bien, si eso quieres.

***

Se despertó, y observó que ya era de día nuevamente. Los días en Gianmat eran demasiado largos, y después de controlar el tiempo, había entendido que sus días duraban noventa y seis horas terrestres, lo que un día para ellos, eran equivalentes a cuatro en la Tierra.

Ella ya llevaba desaparecida más de un mes en la Tierra, sus padres y familiares debían estar desesperados buscándola.... O quizás no tanto, siempre había sido una chica rebelde y algo problemática, que solía desaparecerse algunos días, o semanas.

Aunque nunca tanto tiempo.

Salió de la cama, y se puso una de las camisetas de Mizael, que le quedaban como un enorme camisón, y se fue de la habitación. Sabía que a esa hora del día, el rubio debía estar en su taller pintando, o creando algo.

Pasó primero por la cocina para tomar un tazón de cereales y yogur, y luego se fue al taller, encontrando a Mizael pintando un enorme cuadro, con un paisaje bastante deprimente.

—Ágata.

—Buenos días —le dijo la castaña sentándose en un banquito, comiendo cereales.

—¿Te sientes mejor? ¿Sigues molesta conmigo?

—Creo que ya tengo antojos —exageró llevándose una enorme cucharada de cereal y yogur a la boca.

—Lo siento —murmuró.

—No es tu culpa del todo, yo también quería tener sexo. Pero intentaré confiar en ti, y en tu supuesta maldición.

—¿Eso quiere decir que seguiremos teniendo sexo?

—No.

—Está bien —le dijo antes de volver a pintar.

Ágata sonrió divertida y continuó desayunando... Estaba aburrida y sólo lo estaba peleando un rato, era tan tierno con su expresión de decepción.

Pero debía aguantar un poco más, no podía caer tan fácilmente ante su encanto de hippie cursi.

...

MizaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora