Desde el instante en el que se deshizo en polvo ante mí, desde aquella noche estrellada, bajo el manto de las lunas y su serenata, juré que pondría fin a la maldición de Selitya.
La mujer de mármol, la leyenda de todo un pueblo, la hechicera que antaño ablandó el corazón de Fálasar. Selitya era todo eso y mucho más. Pero yo jamás la conocí. En su lugar traté con una joven que parecía cargar con el mundo entero sobre sus hombros, cortante y testaruda, pero también noble y bondadosa.
Una chica que vivía con el corazón encogido y escondido en un caparazón. Frialdad, autoridad, entereza. Oculta tras esa máscara había una persona muy distinta. Era frágil y emotiva. Tenía una sonrisa que crepitaba como el fuego de un hogar, que te arropaba y te calentaba, que te protegía del frío, de la soledad, y de cualquier mal. Irradiaba luz que te guiaría en la oscuridad, que espantaría a todos tus demonios, que alumbraría el camino hacia la felicidad.
Por su tacto el mundo se detiene y enmudece, te envuelve, y el tiempo mismo se retuerce. Con su voz bailan las estrellas y aúllan envidiosas las lunas. Y en sus ojos neblinosos puedes perderte y olvidar quién eres. Pero jamás la olvidarías a ella. Y yo jamás olvidaría mi promesa.
Porque quería entregarle el mundo entero. Porque era un crimen no poder amar. Y porque vivir sin amar no es vivir.
—Rompe la maldición, Fálasar —repetí, solemne, inamovible como la Vida misma—. Libera a Selitya, y yo te liberaré a ti.
El señor rojo hizo rugir el Árbol de la Vida. Sabía que mencionar a Seya lo alteraría. Pero no podía irme sin cumplir con mi promesa. Tenía que liberarla, porque deseaba para ella una longeva y hermosa vida en el nuevo mundo. Podría amar y volver a enamorarse de todas las cosas que le fueron arrebatadas.
—Selitya... Es mía —dijo Fálasar, irradiando una cólera asfixiante.
—Ella conocerá la verdad, Fálasar —susurré comprensivo, vislumbrando el dolor entre la ira y la locura de aquel resquicio de un hombre—. Ella nunca olvidará tu sacrificio. Jamás olvidará al mago que una vez amó, el héroe abnegado que dio todo de sí, y enduró una eternidad de sufrimiento para retrasar nuestro amargo destino. Y la única forma de que sepa lo que hiciste por la humanidad y por este mundo... es liberarla. Permitirle vivir en el mundo que salvaste.
Mi corazón se quebró en mil pedazos irreconocibles ante aquella escena; dos sendas lágrimas de sangre aparecieron en los ojos de Fálasar, discurriendo como riachuelos por el tronco del Árbol de la Vida.
—Nunca me perdonarán... Para siempre seré un monstruo.
Su voz era un sollozo ahogado, una súplica al cielo, un último deseo.
—Puedes ir en paz, guerrero de los hombres. Porque gracias a ti hay humanidad. Por ti vemos el sol salir, olemos el mar, disfrutamos de las montañas y del atardecer. Por ti existen miles de especies y ecosistemas. Familia, amigos, amor, sueños, esperanzas. Todo eso ha perdurado gracias a ti y tú eres todo eso. Ahora conocemos la verdad. Por eso no hay nada que perdonar. Ya puedes descansar.
El Árbol de la Vida respondió a la voluntad de Fálasar, revolviendo y canalizando las corrientes de energía a través de sus raíces, por su tronco y más allá de incontables ramificaciones que se perdían en el cielo. El último hechizo de Fálasar en este mundo sería liberar a la mujer mil veces maldita. Entregarle el mundo que en su bondad protegió, y que en su locura le arrebató. La tragedia de Fálasar y la maldición de Selitya terminarían aquel día. Siglos de sufrimiento darían lugar a un nuevo mundo que despuntaría con el sol de aquel amanecer. Fálasar y Selitya serían libres. El pasado que debemos dejar atrás y el futuro que necesitamos abrazar.
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Las Crónicas Del Fénix II: La Ascensión De Fálasar
FantasySEGUNDA PARTE DE "LAS CRÓNICAS DEL FÉNIX" NO LEER SI NO SE HA LEÍDO LA PRIMERA PORQUE CORREIS EL RIESGO DE NO ENTERAROS DE UNA MIERDA :) Sinopsis: La agobiante experiencia que supone cruzar el portal a Ra'zhot no será sino el primero del cúmulo de i...