CAPÍTULO 33

447 43 42
                                    

Volvía a estar en la isla, las pesadillas no me dejaban dormir y echaba de menos a mi madre y a Peter. Estábamos encerrados y todo el mundo nos tenía por monstruos. Me aterrorizaba la idea de morir o tener que sufrir la pérdida de un amigo. Mi mente era un amasijo de emociones descarriladas. Y el terrible recuerdo de esa época recaía en un único rostro. El mismo que ahora lucía una expresión arrogante y confiada.

—Borra esa sonrisa de tu cara, Rylio.

El demonio pareció sorprendido y tras lanzarle una fugaz mirada al mago, añadió:

—No le habéis dicho nada, ¿verdad?

Rylio agachó el rostro, como si acabara de comprender algo.

—No habría venido de otro modo... —susurró.

Sabía que tendría que estar enfadado, que en otros tiempos habría saltado a por él sin pensarlo, que habría expiado sus pecados con mis propias manos.

Pero la ira que me consumía ya no era la misma.

Lo que una vez fueron las vivaces llamas que nacen del rayo, ahora era fuego de mil velas en calma. Y ya no sabía qué las alimentaba. Quizás fuera el mundo entero.

Me acerqué hasta la mesa, seguido por miradas que ya no se molestaban en disimular. Cuando tomé asiento frente a Boris, y logré apagar el fuego de Fálasar que refulgía en mi mirada, todos suspiraron para sus adentros.

—Me gustaría aclarar algo antes de seguir con esto —dije muy despacio y con calma, rascándome la mejilla, echando un rápido vistazo a cada uno de mis amigos—. Soy capaz de percibir la magia. Estoy seguro de que vosotros también. El mago aquí presente, el viejo, es capaz de leer mentes. Este otro también, y además puede alterar la memoria y los recuerdos. Voy a asumir que no han estado jugando con vuestras cabezas hasta ahora. De acuerdo. Si noto algo, aunque sea un ápice de magia, tendremos problemas —Clavé la mirada en Ildonil y luego en Rylio—. Siéntate a su lado, Ildonil. Con las manos sobre la mesa en todo momento. Si queréis discutir esto de forma civilizada.

Mis amigos se lanzaron miradas inquietas. Estaba claro que me consideraban un paranoico, pero no me importaba. Cuando tropiezas tantas veces con la misma piedra, aprendes a mirar por dónde vas. No comprendía por qué estaban tan relajados en una situación como esta, ni por qué no contaron conmigo desde el principio. Pero no dejaría que su propia estupidez les perjudicara.

Rylio me dedicó una inquisitiva mirada, como si no acabara de escuchar bien del todo, mientras el mago parecía igual de cansado y nervioso como hace unos momentos.

—Es cierto que hablan a la perfección nuestro idioma —dijo el demonio, adoptando una expresión más afable. Con las palmas de la mano sobre la mesa, se dirigió a Ildonil—: Está yendo mejor de lo que esperaba, ¿no te parece?

Nos encontrábamos en un pequeño sótano. Unas escaleras de madera ascendían hacia una puerta oculta en la penumbra y el silencio reinaba en cada rincón. La única fuente de luz provenía de una esfera en el techo. Una especie de lámpara perpetua que brillaba gracias a la luz de las lunas.

¿Cuánto llevaría aquí Rylio? Por su aspecto, había pasado un tiempo desde la última vez que nos vimos. Lucía una ligera barba descuidada y la rubia melena colgaba libre sobre su espalda. Incluso el cristalino brillo en su mirada había cambiado. Ahora era más bien un amanecer nublado.

—Veo que hay sillas para todos. ¿Habéis estado ocupados?

Nadie parecía tener especial ilusión por contestarme. Nathan inspiró hondo antes de hablar.

—Queríamos contártelo. Y no. No habíamos venido antes. Pero Ildonil habló con nosotros durante estos días.

—¿Eso hizo?

Las Crónicas Del Fénix II: La Ascensión De FálasarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora