Resulta que no podíamos salir de El Rincón de día.
Después de nuestra charla reveladora, Seya me acompañó a un rincón de la estancia y me indicó un armario. Me dijo que allí podría encontrar prendas más decentes con las que no llamaría tanto la atención. Me explicó que solo los magos fieles a Fálasar llevan aquella toga roja con la que ella me había cubierto la noche anterior. Me sorprendió la variedad de ropa que había en aquel ostentoso armario y no tardé en dar con todo lo que necesitaba, incluida la ropa interior. En cuanto hube elegido unos pantalones de lino marrón oscuro y una camisa de manga larga grisácea, eché un vistazo hacia Seya. Estaba demasiado cerca de mí, revolviendo unos papeles sobre una mesa.
—Eh, creo que ya voy a cambiarme —murmuré con disimulo, esperando que no hicieran falta más indirectas.
Apartó la vista de la mesa y se centró un momento en la ropa que tenía en brazos, para después apartar de nuevo la mirada con desinterés.
—Muy bien —murmuró.
Di un suspiro. No, claro que no sería tan fácil.
—En mi mundo —comencé a decir—, es costumbre que cuando alguien se está cambiando, los demás se retiren para dejarle algo de intimidad.
—Sí, la mayoría en Ra'zhot también compartimos esa costumbre —soltó con voz queda, sin apartarse de la mesa.
Inspiré hondo. Aquello resultaba exasperante.
—Este sería un buen momento para poner en práctica esa costumbre —solté en tono sarcástico, atento a su reacción.
Entornó la vista y me observó con detenimiento unos segundos. Y allí estaba; el silencio incómodo.
—No es nada que no haya visto ya, Fersir —contestó seria, aunque juraría que se estaba riendo para sus adentros.
—La costumbre se mantiene de todas formas —solté a la defensiva, tratando de ignorar que había vuelto a usar aquel mote.
—Tengo cosas que hacer, y tú también. No pierdas más el tiempo.
Y dicho esto, volvió a sus papeles en la mesa.
Fui a decir algo, molesto y cansado de aquel pulso mental, hasta que me di cuenta de lo espacioso que era aquel armario.
—Como quieras —solté antes de meterme en él.
Por un instante temí acabar en Narnia, pero al ver que no pasaba nada, aproveché para cambiarme en el reducido espacio. Era grande, sí, pero estando totalmente dentro y a oscuras, me costó lo suyo.
—¿Cuándo nos vamos? —dije acercándome a ella, una vez me hube cambiado.
—Unas horas antes del amanecer
—¿Por qué esperamos tanto?
—No podemos salir de El Rincón de día; la magia de esta estancia funciona solo ante la luz de la Luna Anciana.
—¿La azul? La buena, ¿no?
Seya puso los ojos en blanco.
—Sí, Brian, la buena.
Eché una fugaz ojeada por El Rincón y volví a fijarme en la cantidad de puertas repartidas por toda la estancia.
—¿Por qué hay tantas puertas?
—¿Tú que crees? —soltó mientras escudriñaba lo que me pareció que era un mapa.
—¿Cada puerta lleva a algún agujero en un árbol? —contesté irritado, pensando que quería recalcar mi desconocimiento de Ra'zhot.
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Las Crónicas Del Fénix II: La Ascensión De Fálasar
FantasySEGUNDA PARTE DE "LAS CRÓNICAS DEL FÉNIX" NO LEER SI NO SE HA LEÍDO LA PRIMERA PORQUE CORREIS EL RIESGO DE NO ENTERAROS DE UNA MIERDA :) Sinopsis: La agobiante experiencia que supone cruzar el portal a Ra'zhot no será sino el primero del cúmulo de i...