El repiqueteo del carro me estaba adormilando, pero el amanecer iluminaba con desdén todas las razones por las que no conseguiría dormir.
El escudero llevaba el caballo al paso, por lo que tenía todo el tiempo del mundo para contemplar el vasto prado. No podía dejar de verlo, aunque cerrara los ojos.
—Ya ha pasado —dijo Chloe, cuando nuestras miradas se cruzaron—. No habrá más batallas.
Decenas de carros pintaban caminos de desesperación en la tierra, bajo el peso de sus ruedas y los cadáveres que se dejaban llevar.
—No pensé que acabaría así —murmuró Will—. Sabía que no sería fácil, pero...
—Ahora irán movilizando a los habitantes de vuelta a Fávex —dije tras un largo silencio—. Y se encontrarán con la ciudad intacta. Y vacía. Sus hogares están tal y como los han dejado. Pero vacíos.
No pensé que nadie fuera a contestar. Pero entre el chirrido de la madera y los relinchos de los caballos, el escudero carraspeó.
—Es la vida del soldado, señor. No creáis que no estaban preparados. ¿Han caído por codicia o maldad? No lo creo. Han muerto para librarnos de un mal mayor. ¿Quién si no ellos van a dar sus vidas? ¿La capital entera? ¿Todo el reino? ¿El mundo?
—¿Acaso no sientes nada? Si lo hubieras vivido en tus carnes, no lo tendrías tan claro.
El hombre nos miró de soslayo, sin apartar la vista del camino.
—No me confunda, señor. Usted ha visto soldados morir. Yo he perdido amigos. Por suerte, los suyos han vivido.
—Y aun así...
—No todos somos capaces de vencer —replicó el escudero, mirando al cielo—. Por eso aquellos que sí pueden hacerlo se ven arrastrados al campo. Solo un loco lucharía sin razón. Si me tengo que compadecer de alguien, es de aquellos que mueren en vano.
No volvimos a hablar hasta cruzar la muralla interior, mientras la ciudad se abría indiferente ante nosotros.
Las palabras de aquel hombre me acompañaron y recordaron la razón por la que seguíamos adelante. A pesar de las mentiras y los engaños, más allá de todo lo que sufrimos a manos de Fávex. Si habíamos dado un paso al frente, y entregado nuestros corazones por esta tierra desconocida, fue porque estaba en nuestras manos. Las vidas de los inocentes. Tenía sentimientos encontrados respecto al monarca, al mago y a todos los altos cargos de esta nación. Pero su gente tan solo conocía la historia que se les había contado y sentían lo que les enseñaron sentir. Y esa no era la verdad. Nadie conocía toda la verdad, quizás ni siquiera Selitya.
Pero el pueblo de Fávex no necesitaba más. Un terrible enemigo y un dios al que dirigir sus plegarias. Era tan fácil de creer, tan reconfortante, que el mundo era mucho más sencillo.
—¿Cómo te llamas? —pregunté al escudero, tras bajar del carro, contemplando la ciudad y el palacio que se alzaba hacia el este.
—Roy, señor.
—Una persona muere defendiendo una causa, pero no conoce la verdad que hay detrás. ¿Qué pensarías de algo así, Roy?
El escudero se pasó la mano por una melena enmarañada, dejando escapar un resoplido.
—Si esa verdad no atenta contra su verdadero propósito, lo habrá logrado de todas formas. Pero no estoy seguro de comprender a qué se refiere, señor.
—No es nada, Roy. Gracias por acercarnos.
La mayoría de los soldados y magos, las fuerzas restantes de Fávex, estaban reunidos tras la muralla. Aquí y allá habían montadas valetudinarias urgentes, para atender a los heridos y permitirles descansar mientras todos se organizaban. Los cadáveres, aquellos que todavía eran reconocibles, eran transportados hasta una fosa común. Consumidos por las llamas, convertidos en humo, cenizas de la ciudad que defendieron hasta el final.
ESTÁS LEYENDO
Las Crónicas Del Fénix II: La Ascensión De Fálasar
FantasySEGUNDA PARTE DE "LAS CRÓNICAS DEL FÉNIX" NO LEER SI NO SE HA LEÍDO LA PRIMERA PORQUE CORREIS EL RIESGO DE NO ENTERAROS DE UNA MIERDA :) Sinopsis: La agobiante experiencia que supone cruzar el portal a Ra'zhot no será sino el primero del cúmulo de i...