Las llamas rugían ante la furia del titán. El fuego del fénix y del guerrero ardían en armonía. Uno no buscaba imponerse sobre el otro, sino que ambos anhelaban el caos. Eran guerreros sirviendo al reino de la entropía.
En otros tiempos, me habría entregado al llamado del fuego. Habría reducido a cenizas a cualquier hombre y ahogado la última canción del mundo. Podría haber sido a la esperanza lo que la tierra a los muertos. Pero tenía un ancla que no dejaría a la deriva mi humanidad.
Un dolor para el que no existía pesadilla.
—Aguanta, Seya. Y, por favor, no mires. Déjame convertirme en monstruo una vez más.
El titán en llamas chocó con los hijos de la noche. Sentía todo cuanto ocurría porque los fénix lo veían.
El impacto sorprendió a docenas de monstruos, que aullaron con estridente sonidos. Muchos de ellos rodaron en el aire, sus cuerpos al rojo vivo, cayendo al vacío.
En el titán se abrían espacios estratégicos que me permitían cortar de una ardiente estocada miembros y rostros, torsos y gargantas. Como un ave de presa, rauda y letal, me desenvolvía en un violento vaivén sobre el enemigo. Surcando el cielo, un rastro de llamas a mi paso en busca del siguiente monstruo al que calcinar. No valía la pena llevar la cuenta. Sólo necesitaba verlos perecer.
Pero no morían.
Aún y cuando eran derribados y abrasados. Los malnacidos aullaban al cielo, vibraban los surcos de su espalda y el fulgor crecía por momentos. Los miembros se regeneraban, los cortes se cerraban y las quemaduras se desvanecían. Incluso los ojos que les había arrancado volvían a aparecer. Y el titán no dejaba de perder fuerza.
Los fénix daban la vida por mí.
—Me están protegiendo, mamá, para volverte a ver... Pero no dejaré que acaben así.
Mientras el titán mudaba de piel, me impulsé como una flecha hacia las alturas. Ignorando los monstruos, esquivando sus ataques. Seguí avanzando hacia el cielo rojo, dejando atrás cada vez más enemigos. El llameante coloso se abrió camino con su rugido hasta la cima del mundo.
La batalla a ras del suelo y la vorágine de monstruos del cielo. Todo había quedado atrás. Ante el titán que ahora extendía sus alas triunfante, sin temor, para que todos pudieran admirar su nueva forma.
Un intruso en el baile de las estrellas. Una amenaza para las diosas de la orquestra. Porque aquella noche, cualquiera que contemplase el cielo vería a un único y majestuoso Fénix.
Y todos escucharían el ensordecedor graznido de la humanidad.
—¿Puedes oírlo?
El Fénix estalló en un mar de llamas. Duró un instante. Las aves que daban vida al titán se dispersaron a mi orden, apagando su fuego, dejando a un joven guerrero suspendido en el aire.
—¿He llegado lo bastante alto? ¿Lo has visto, Fálasar? —murmuré sereno, antes de empezar a caer.
Un guerrero con ropas chamuscadas, descubierto y callado, precipitándose como una gota de agua.
La historia tiende a repetirse. Ahora veía eso con claridad. Pero yo había dejado de ser un simple joven. Y estaba allí para romper el ciclo de la historia.
Aferré a Selitya y giré el cuerpo en el aire.
—¡¿Creéis que vosotros sois los monstruos?! —grité al llegar ante los primeros hijos de la luna.
Descargué una estocada en la bestia que trató de alcanzarme con sus brazos, cortando el primero hasta el codo. Di una voltereta inevitable por el impulso, consiguiendo esquivar otro brazo. En mitad del giro, clavé la hoja en su espalda y me aferré con fuerza. Antes de conseguir frenar, desgarró su tronco a lo largo.
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Las Crónicas Del Fénix II: La Ascensión De Fálasar
FantasiaSEGUNDA PARTE DE "LAS CRÓNICAS DEL FÉNIX" NO LEER SI NO SE HA LEÍDO LA PRIMERA PORQUE CORREIS EL RIESGO DE NO ENTERAROS DE UNA MIERDA :) Sinopsis: La agobiante experiencia que supone cruzar el portal a Ra'zhot no será sino el primero del cúmulo de i...