Lo peor de todo no fue estar cruzando un portal mágico y siniestro hacia un lugar desconocido y lleno de peligros. Tampoco lo fue el hecho de no poder vislumbrar ni mi propia figura a causa de la nebulosa atmósfera; como tampoco lo fue no poder emitir ninguna clase de sonido, sin ser capaz de diferenciar ni el propio latido de mi corazón. No, no fue nada de eso. La peor de todo fue cuando dejé de sentir el suave tacto de la chica que me rompió el corazón y tomé consciencia de que estaba solo. Ya no sostenía la mano de Abigail y era incapaz de vislumbrar a mis amigos. No sentía ni la espada que en teoría seguía empuñando con firmeza. Y tampoco tenía forma de comprobarlo, pues lo único que veía era la densa y blanquecina niebla.
Cruzando aquel portal fue cuando descubrí el auténtico silencio. El verdadero significado, en todo su esplendor, del silencio. Estaba en la nada, formaba parte de la nada y nada es lo que era. Me imaginaba que caminaba, pero no sentía ningún avance ni podía diferenciar alteración alguna de mi entorno. Era una agonizante constante. Quería gritar. Quería correr. Quería sentir. Pero nada de eso era posible, no en aquel vacío. Me gustaba imaginarme que seguíamos todos juntos, que pese a no poder ver ni mis propias manos en realidad seguíamos juntos, avanzando rítmicamente hacia nuestro futuro.
Llegué a temer que nunca saldría de aquel vacío, y en cuanto aquel pensamiento cruzó mi mente, viví uno de los instantes de mayor terror de toda mi vida. La idea de quedar sumido eternamente en aquel vacío estuvo a punto de fracturar mi ya tocada sesera. Asocié el hecho de no haber acabado sufriendo algún brote psicótico con el ancestral poder que se suponía que fluía por mis venas, porque estaba seguro que hacía tiempo que había superado el límite humano de la cordura.
No podría datar con exactitud cuánto tiempo estuve vagando por aquella mística niebla, pero sí puedo asegurar que se me hizo eterno. Y pese a todo, lo peor fue no sentir a mis amigos junto a mí; sentirme solo.
Fue por eso que me alegré tanto al caer del cielo, pese a que mi aventura en Ra'zhot durase tan solo lo que tardaría en estamparme contra el suelo. Ocurrió sin previo aviso.
Estando todavía inmerso en la densa neblina, percibí un sutil cambio en el aire. Me pareció entrever movimiento, una corriente... una brisa. Empecé a adquirir de nuevo consciencia de mi cuerpo y ya podía distinguir un vestigio de mi figura. Me sentía cada vez más pesado, mientras adquiría de nuevo la consistencia de mi cuerpo. Fue en aquel instante cuando me di cuenta que al entrar en el portal me había desintegrado de alguna forma. Mi propio ser se había diluido hasta mezclarse con la niebla, y no fue hasta aquel instante que empecé a reconstruirme. Al menos así es como me sentía. Tan pronto como me vi totalmente en posesión material de mí mismo, el vacío desapareció y una oleada de colores inundó mi rostro. Me dejé envolver por todos y cada uno de los celestiales sonidos de la naturaleza, mientras la tenue luz del sol acariciaba cada centímetro de mi cuerpo. Fue tal mi gozo que tardé varios segundos en darme cuenta que estaba en plena caída. Pese a ello, no grité en ningún momento, pues estaba demasiado ocupado esbozando mi mayor sonrisa mientras el alivio inundaba mi corazón. Volvía a formar parte del mundo, de uno nuevo, y aunque solo fuera por un instante, creí haber entendido el auténtico significado de la vida.
Pese a lo maravilloso que había sido verme formar parte de nuevo de la realidad, no tardé en darme cuenta de que estaba jodido. Quise gritar, pero antes de mudar mi expresión o de realizar el más leve movimiento, la sorpresa del impacto me acaparó. Fue curioso porque ni siquiera debería haber sido consciente de ello. Debería haber muerto en el acto. Dolió, dolió como mil demonios, pero estuvo lejos de matarme, y en cuanto noté aquel frío y fluido tacto supe la razón.
Agua. Había caído en agua.
No fue hasta que toqué el fondo que mi cerebro se recompuso en su totalidad. Abrí los ojos como platos y giré con brusquedad la cabeza a ambos lados. Dejé soltar una burbujitas por la boca y no perdí ni un segundo más contemplando las algas. Doblé mis piernas en el arenoso fondo, mientras notaba la falta de oxígeno con más intensidad que nunca, y tomé un fuerte impulso.
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Las Crónicas Del Fénix II: La Ascensión De Fálasar
FantasíaSEGUNDA PARTE DE "LAS CRÓNICAS DEL FÉNIX" NO LEER SI NO SE HA LEÍDO LA PRIMERA PORQUE CORREIS EL RIESGO DE NO ENTERAROS DE UNA MIERDA :) Sinopsis: La agobiante experiencia que supone cruzar el portal a Ra'zhot no será sino el primero del cúmulo de i...