CAPÍTULO 36

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Al amanecer el cielo brillaba despejado y el mar yacía en calma. Pero en nuestras cabezas se desataba toda una tormenta. Los rayos de luz eran agujas en nuestros ojos y los gritos de la tripulación un auténtico bombardeo.

El capitán atracó el Anhelo de Selitya al llegar a Myrleia, pero para nosotros todo seguía dando vueltas.

—Dios... —susurró Will, llevándose la mano a la cabeza al salir a cubierta y recibir el sol en la cara—. ¿Y si emborrachamos a Fálasar? Se querrá morir él solo al día siguiente.

Chloe lo siguió de cerca, medio dormida, despeinada, y arrastrando lastimosamente los pies.

—Os dije que no teníamos que... —contuvo una arcada y nos apartó a empujones para alcanzar la borda.

—Nadie piensa en los peces... —murmuró Will, contemplando asqueado la escena.

Chloe hizo oídos sordos mientras se retorcía, aferrada con fuerza al casco del barco.

Nathan parecía llevarlo un poco mejor, aunque también estaba aturdido y hablaba con un hilo de voz ronca. Julie, por otra parte, apenas había bebido y nos dedicaba muecas que oscilaban entre la burla y la lástima.

—No quiero probar ni una gota más en mi vida —dije abatido, tratando de contener las náuseas y olvidarme del dolor de cabeza.

—No decías lo mismo anoche —se mofó Nathan, al tiempo que me imitaba toscamente—. "Tendríamos que hacer esto todas las semanas", o "que traigan otra botella", y no nos olvidemos de "cómo he tardado tanto en probar esto".

—No me acuerdo de eso.

Y era verdad.

—Supongo que hasta aquí llega nuestro viaje —Acad había aparecido en el momento justo, tan jovial como la noche anterior. Nalo asomaba la cabeza desde un bolsillo de su mochila.

—No te quedarás mucho por aquí, supongo —comentó Julie, con una sonrisa.

—Descansaré unos días y resolveré algunos asuntos por casa... Pero voy a regresar Mercalia para seguir dando espectáculos. Paso en este barco casi tanto tiempo como el capitán. ¿Y vosotros qué haréis?

Julie echó un vistazo alrededor. Chloe estaba contaminando el mar, Will contemplaba el suelo ensimismado, Peter seguía apartado, discutiendo con los dos magos y los soldados, mientras Nathan y yo permanecíamos callados a su lado.

—No nos queda más remedio que seguir adelante.

Acad miró también en dirección a Peter y los enviados de Fávex. Era la primera vez que los veía con uno de los nuestros y no le pasó desapercibido. Debía de estar preguntándose qué hacía un grupo de jóvenes en compañía de tan misteriosas figuras. Peter estaba siendo descuidado al dejarse ver con ellos.

—No me habéis dicho a dónde os dirigís —comentó de forma casual.

Julie nos miró a Nathan y a mí con apuro.

—La verdad es que es complicado, Acad.

No tenía fuerzas ni ganas de mentirle, pero tampoco podíamos jactarnos de perseguir el fin del mundo para derrotar a Fálasar. En el mejor de los casos nos tomaría por locos.

—Me lo imaginaba. Formáis un grupo de lo más curioso. Y os lo dice alguien que se pasa la vida de aquí para allá —Inspiró hondo, acariciando la curiosa cabeza de Nalo sobre su hombro. Parecía estar reflexionando para sí mismo—. Desconozco qué os trae a este lado del charco, ni si planeáis merodear Myrleia por mucho tiempo. Pero dejadme deciros una cosa.

Las Crónicas Del Fénix II: La Ascensión De FálasarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora