|Capítulo 6|

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—Tiene que ser un error —rogué

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—Tiene que ser un error —rogué.

Estaba suplicándole a la jefa de meseros para que me cambiara de mesa. No quería atender a la familia Miller. Lo último que deseaba era tener la mirada de Devon sobre mí mientras ponía un plato lleno de comida deliciosa en su cara.

—De hecho, no, son órdenes de arriba.

Podía ver que sentía pena por mí, pero no había nada que pudiera hacer.

—¿Cómo que órdenes de arriba? —pregunté.

Arriba de Alice estaban los gerentes y luego los dueños. No veía por qué cualquiera de ellos tuviera especial interés en que atendiera esa mesa en específico.

—Los Tomello en persona vinieron a informarme del cambio —susurró, imaginé que era porque no podía compartirme esa información—. Estoy segura de que Jake tuvo algo que ver con la decisión de sus padres.

Tal vez era una de las bromas que solían hacerme años atrás. ¿Y si Devon quería provocar que se me cayera algo para tener que pagar por ello? Iba a hablarle en cuanto terminara mi turno.

Ya era hora de que el hombre me dejara en paz y desapareciera por completo de mi vida.

—Anímate chica —dijo Alice—. No es una mala noticia, de todas las familias que podrían haberte tocado es la mejor.

Tenía razón en ese punto, no podía negar que, teniendo en cuenta quiénes eran los presentes, atender a los Miller era sacar la lotería. Pero estaba Devon, y él no entraba en esa ecuación.

—Como sea, pásame una tablet.

Tenía que tomar las órdenes en ese aparato electrónico, incluso si mi memoria era lo suficientemente buena para recordarlo.

Estaba vestida con una camisa blanca con el nombre "Tomello's" bordado y pantalones negros. Era sencillo y formal al mismo tiempo.

Me acerqué a mi mesa y puse la mejor sonrisa que pude formar.

—Buenas noches, bienvenidos a Tomello's. ¿Están listos para ordenar? —repetí mi frase.

Por unos segundos nadie me respondió y pude notar que había cierta tensión en la mesa.

—Hola cariño, ¿cómo has estado todo este tiempo? —escuché la dulce voz de la madre de Devon.

—Muy bien señora Miller.

—Ya te he dicho mil veces que es Clara, sin más.

Le mostré una pequeña sonrisa sin dientes, aunque genuina. Amaba a esa mujer, siempre me había tratado con la delicadeza que debe tenerse con un jarrón de cristal.

Anoté qué iba a comer cada uno, pensé que Devon aprovecharía para hacer algún comentario sarcástico, pero su broma no llegó. Cuando tuve que preguntarle a su padre qué quería, este ni siquiera se dignó a mirarme y esa vibra que había sentido antes se acrecentó.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora