|Capítulo 43|

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—Ponte los patines —me dijo Elisa

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—Ponte los patines —me dijo Elisa.

Estaba sentada en un banco del vestuario femenino con los patines a mis pies. Hice lo que me pidió y, cuando estaba pasando un dedo por el filo de mi patín derecho, me detuvo.

—¿Qué haces?

Había sido un impulso, ni siquiera había premeditado la acción.

—Chequeo que esté afilado.

—¿Es necesario que te cortes para eso?

Bajé la vista a mi dedo, tenía apenas un poco de sangre. Había hecho eso mismo con las cuchillas de Kiara antes de patinar con Marco para asegurarme que estaban bien.

—No.

Até el otro patín y volví a pasar el dedo por el filo, cuidando esta vez no cortarme. Pero sentía que eso no era suficiente. Necesitaba saber que estaban tan afilados que podían cortarme la piel.

Elisa, parada frente a mí, me vio removerme en mi traje negro y suspiró.

—Hoy vamos a hacer muchas cosas con las que te sentirás incómoda, pero vas a seguir adelante, enfrentándote a la ansiedad.

Me puse de pie y alisé mi falda sin responderle. Tampoco tenía mucha elección.

En el camino hacia mi pista, vi al equipo de hockey entrando a la suya. No pude evitar buscar a Devon entre los cascos.

Estaba hablando y riéndose con Jake, con el casco en su mano. Su pelo castaño estaba revuelto como de costumbre y algunas gotas de sudor descansaban en sus sienes. Estaban tomando un descanso.

Habría sentido la presión de mi vista en él, porque sus ojos cayeron en los míos. Una pequeña sonrisa se dibujó en su boca y me dio un leve asentimiento con la cabeza. Me estaba dando ánimos.

Le había contado cómo me estaba yendo con la psicóloga y él a cambio me había dicho que estaba tratando de mejorar la situación con su padre. Ambos estábamos mejor y no podía esperar para volver a estar con él como antes.

Le pedí a Elisa que me esperara para entrar y me acerqué a Devon.

—Hola —lo saludé y me sonrió mostrándome los hoyuelos que tanto amaba.

—Parece que hoy tienes una sesión —dijo mirando a mis espaldas.

Sus compañeros comenzaron a entrar a la pista, dejándonos solos.

—Quería hablarte de algo —hablé bajo—. Realmente creo que podemos trabajar en lo nuestro juntos.

Sus ojos se iluminaron con un brillo por un segundo, pero enseguida se fue.

—Lo hablamos luego, ¿te parece?

—Está bien.

—Suerte con la sesión.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora