|Capítulo 46|

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No quería volver a mi casa porque sabía lo que me estaba esperando

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No quería volver a mi casa porque sabía lo que me estaba esperando.

Olivia se había dado cuenta de lo tenso que estaba cuando comencé a vestirme para irme de su casa, así que se ofreció a acompañarme.

—No quiero que vuelvas sola —me negué.

—¿Y si me quedo contigo a dormir? —su pregunta tenía un tono sugestivo exagerado que logró sacarme una sonrisa.

—Puedes quedarte toda la noche —dije atándome los cordones—. Lo de dormir no te lo prometo.

Salimos de su casa acompañados de su risa melodiosa.

El atardecer teñía las nubes de rosa y el cielo de un naranja brillante. Ya había llegado el verano y el olor inconfundible de los árboles lo delataba.

Cuando llegamos a la calle principal, caminamos hacia el sur y al fondo podía verse la montaña Rusbell que le daba nombre al pueblo. La punta se mantenía con nieve a pesar del paso de las estaciones, y la falda estaba cubierta de pinos que conservaban sus hojas hasta en otoño.

—Liv —la llamé—. ¿Te acuerdas cuando dijimos que subiríamos la montaña juntos?

—Sí —suspiró sonriendo—. No es demasiado tarde, ¿sabes?

—No sé —hablé bajo, mirándome los pies—. Ahora te irás a Varsado y luego está la universidad...

Olivia paró de caminar y me apretó los dedos que teníamos entrelazados.

—Voy a quedarme en Rusbell, Dev. Este año Emma es quien vendrá a visitarme.

Su frente enseguida fue cubierta con mis labios, que le habían dejado un beso tímido de agradecimiento.

Nunca había entendido cómo a la gente le gustaba tanto el verano. Para mí no había sido jamás una época colorida y de relajación. Bueno, tal vez sí, pero cuando tenía diez años y el panorama general todavía no era gris. El verano era el momento donde mi peor recuerdo volvía a atormentarme.

Quería tener un verano más feliz por primera vez en años. Y el cielo colorido me anticipaba que estaba punto de arrancar a construir nuevos recuerdos que taparían cualquier dolor que esa época del año evocaba en mí.

Tiré de su mano para seguir caminando y sentí una pequeña sonrisa formarse en mi boca.

—Las cosas están empezando a ponerse en su lugar, Liv —mi voz emocionada llenó el silencio de la calle—. Vamos a pasar el mejor verano de nuestras vidas.

—Y no te olvides que iremos juntos a la Universidad de Varsado.

—¿Sí? —susurré.

Nunca habíamos tenido esta conversación. Una parte de mí esperaba que fuera a estudiar a Varsado, pero no tenía la certeza de que lo hiciera.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora