|Epílogo|

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You Are In Love - Taylor Swift

You Are In Love - Taylor Swift

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—Todavía me debes un favor.

Estaba mirando por la ventana de la habitación que compartíamos en su hotel. Las estrellas adornaban el cielo, y el brillo de la luna apenas llegaba a iluminar la calle principal por la cual debía estar por llegar Emma.

Se suponía que llegaría a la tarde, pero, por alguno de los inconvenientes frecuentes que solían ocurrirle, me avisó por mensaje que estaría en el hotel a medianoche.

Me di vuelta para ver a Devon justo cerrar la puerta. Tenía el pelo desordenado y la camisa blanca arremangada.

—¿Te estás divirtiendo allá abajo? —le pregunté acercándome a él.

Era un viernes y, como todo viernes en Rusbell, el sótano estaba a rebosar de gente, así que mi novio debía encargarse de que todo estuviera en orden.

—Digamos que controlar cien adolescentes borrachos no es mi parte favorita de la administración —suspiró cansado, pero luego me sonrió mostrándome sus hoyuelos—. Considero que la verdadera diversión está acá arriba.

Me empujó por los hombros haciendo que cayera de espaldas sobre la cama matrimonial que habíamos compartido por los últimos días. Todavía no me acostumbraba a vivir con Devon, pero teníamos que aprovechar el mayor tiempo posible antes de ir a las residencias separadas por género de la universidad.

Colarme en su residencia sería difícil, pero nada me detendría.

—¿Sí? —dije tomándolo de su camisa para arrastrarlo conmigo.

Se dejó caer sobre mí, pero puso sus manos a cada lado de mi cabeza para no aplastarme. El movimiento hizo que los músculos de sus brazos se flexionaran.

Devon en camisa y mostrando sus brazos definidos debía ser ilegal.

Abrí el primer botón de la camisa y llevé mis manos a sus hombros por debajo de la tela.

—Me hubiera gustado verte todo mandón, poniendo orden —hablé bajo rozándole los labios con cada palabra.

Su risa grave inundó la habitación solo iluminada por la luz lunar que entraba por la ventana y caía sobre nosotros.

—¿Te calienta que de órdenes? —susurró besándome el cuello en el lugar que tanto sabía que me gustaba.

Los últimos días nos los habíamos pasado memorizando el cuerpo del otro y asilándonos del exterior, que parecía venirse abajo.

Aunque siempre nos tomábamos momentos en el día para volver a las pistas de hielo. Y en mi caso, para ir a sesiones con la psicóloga. Mi TOC estaba en lenta mejoría. Elisa siempre me dijo que el trastorno no tiene cura, pero que podíamos tratarlo con terapia conversacional y, sobre todo, terapia cognitiva-conductual. Debíamos ir manejando la cantidad de sesiones acorde a mis respuestas y evolución, pero yo le dije que mi objetivo final era poder mejorar hasta no necesitar más la terapia y acudir a ella en caso de alguna recaída. Ella no me prometió nada, pero me aseguró que íbamos a trabajar duro para lograrlo.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora