|Capítulo 9|

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—Es solo un idiota de ciudad que está de paso, no significa nada —me decía Jake mientras miraba al tal Nick—, ¿quieres que lo eche? Yo encantado

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—Es solo un idiota de ciudad que está de paso, no significa nada —me decía Jake mientras miraba al tal Nick—, ¿quieres que lo eche? Yo encantado.

—No —respondí—. Ella me mataría.

—Dejen a la chica respirar por una noche —intervino Shane.

Lo miré mal al tiempo que apuraba lo que me quedaba en el vaso. Él era el único que sabía realmente cuánto significaba ella para mí.

En cuanto Olivia había salido de mi vista, fui a la barra a tomar lo suficiente como para volver a estar contento sin emborracharme. Parecía que mi episodio con ella había filtrado todo el alcohol de mi sangre.

En el fondo sabía que Shane tenía razón, él era frío y pensaba objetivamente en cualquier situación. Amaba debatir y argumentar con la lógica. Yo solía decirle que estaba hecho para la política, pero cada vez que lo hacía me ganaba una mala mirada. Odiaba la política porque sus padres estaban metidos hasta el fondo en ella. Eran alcaldes de nuestra jurisdicción, se turnaban en el cargo.

Pero tenía que sacarme a Olivia de la cabeza, ya no éramos amigos. No tenía voz ni voto en su vida.

Lo que me jodía era que yo no quería hacerla miserable, sino todo lo contrario. Quería protegerla de la mierda del mundo y ella me trataba como si yo lo fuera.

Dolía.

Pero la vida seguía y, en ese momento, necesitaba que la diversión empezara.

Cuando Shane decidió que habíamos vendido suficiente alcohol como para que todos estén algo contentos y se arriesguen a apostar su dinero en juegos, dejamos la barra a cargo de uno de nuestro equipo, Trevor

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Cuando Shane decidió que habíamos vendido suficiente alcohol como para que todos estén algo contentos y se arriesguen a apostar su dinero en juegos, dejamos la barra a cargo de uno de nuestro equipo, Trevor.

Jake había estado insistiendo que arrancáramos con el póker hacía media hora. Shane y yo le habíamos dicho que esa noche no era su noche: estaba peleado con Luce. Era regla que, si las cosas no estaban bien con ella, su suerte daba asco.

A pesar de todo, él no estaba dispuesto a ceder, insistía que ese día veía todo claro, "era su día".

Ninguno le creyó una mierda, así que le quitamos todo el dinero que llevaba encima dejándole solo un billete de cien. La bastaría para divertirse un rato.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora