|Capítulo 31|

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Estar en los brazos de Devon se sentía como estar en casa

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Estar en los brazos de Devon se sentía como estar en casa.

Estaba acostada sobre él, luego de habernos confesado la verdad que habíamos ocultado el uno del otro por mucho tiempo. Le había pedido que se quitara la camiseta para estar pecho contra pecho.

—Es un poco triste en realidad —susurré dibujando pequeños círculos en su piel con uno de mis dedos.

—¿Por qué?

Me despegué de él para verlo a la cara.

—Por todo el tiempo que perdimos y podríamos haber aprovechado —dije y el apretó sus ojos.

—Lo sé —suspiró con tristeza, pero luego cambió su tono a uno más animado—. Eso significa que deberíamos compensarlo ahora, ¿no?

—Tal vez —sonreí.

Devon me tomó de la cintura y me estiró para que nuestros labios se encontraran en un movimiento lento. Probé su sabor una vez más y me tomé el tiempo para memorizar cómo se sentía el roce de sus labios contra los míos. Era un beso dulce, pero sabía que la excitación dentro nuestro no iba a permitir que lo fuera mucho más tiempo.

Pasó su lengua por mi labio inferior y yo quería alargar el momento de inocencia un poco más, así que no le permití que profundizara el beso. Claro que no le gustó. Gruñó y mordió mi labio para meter su lengua en mi boca.

En ese instante se terminaba la inocencia, si era que la había en un inicio.

Devon llevó una mano a la curva de mi culo y me empujó contra él, haciendo que lo sintiera aún más.

El hecho de que él no se había corrido todavía estaba muy presente en mi cabeza, y quería solucionarlo.

—Deberíamos dormir —hablé contra su boca, mi voz llena de deseo.

—Hoy no me apetece —gruñó.

Su tono ronco calentó mi cuerpo y sentí una presión justo en mi centro, que palpitaba por la anticipación.

La mano de Devon que no estaba apretando mi trasero se fue a mi pelo y tiró de él para separarme. Su boca dejó un beso detrás de mi oreja, erizándome la piel, y luego se acercó para susurrarme.

—Soñé con tenerte más veces de las que jamás voy a admitirte.

No pude impedir el jadeo que salió de mi garganta.

Estaba lista para avanzar más allá, pero algo nos detuvo. El celular de Devon comenzó a sonar, era una llamada entrante.

Sin siquiera mirar quién era, él se estiró debajo de mí y rechazó la llamada.

—Podría ser importante —dije no muy convencida.

—Ahora mi lista de prioridades es muy clara —respondió antes de volver a atacar mi boca.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora