|Capítulo 42|

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Tenía nervios de volver a ver a mis padres porque sabía lo que significaba

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Tenía nervios de volver a ver a mis padres porque sabía lo que significaba. No podía atrasar más la charla que debíamos tener sobre la deuda. El número que me había dicho Devon aún me revoloteaba por la cabeza y me sentía incómoda. El máximo valor de fichas que podía prestar un casino era de un millón de dólares, pero guardaba la esperanza de que él se hubiera retirado antes.

—Hola —saludé cerrando la puerta detrás de mí.

—¡Liv! —gritó mi mamá corriendo en mi dirección.

Vi sus ojos llorosos antes de soltar el equipaje y envolverla en un abrazo.

—Felicitaciones —habló en mi pecho—. Estoy muy orgullosa.

Mi mamá era más bajita que yo y tenía el pelo de mi misma tonalidad, compartíamos algunos rasgos, pero en su rostro podía verse los años de trabajo sin descanso que había pasado.

—Gracias mamá.

Mi padre estaba a unos metros, contemplando la escena con una sonrisa.

—Felicidades Liv —dijo abrazándome fuerte—. Te lo merecías.

—Gracias —le sonreí—. ¿Por qué están en casa tan temprano?

—Nos pedimos el día para recibirte.

Ellos no sabían cuán agradecida yo estaba de que hicieran eso, sabiendo el sacrificio que significaba.

Los hice sentarse en los sillones para hablar y recuperar no solo el tiempo de esa semana, sino de mucho antes. No siempre se me daba la suerte de tenerlos para mí.

—¿Y ahora qué sigue? —preguntaba mamá mientras veía fotos en mi celular.

—Sammy me dijo que está la posibilidad de competir para el equipo nacional, ella cree que estoy preparada.

—¿Y qué hay de la universidad? ¿No te habías anotado? —interrumpió papá.

—Sí, la idea sería hacerlo al mismo tiempo. Lo único es que no podría trabajar —lo último lo dije con un tono más bajo.

Ninguno dijo nada. Cuando salía el tema del dinero, parecía que estábamos hablando de la muerte.

—No podemos sostener tu espalda, corazón.

—Yo tengo dinero, más del que necesito.

No estaba mintiendo. Lo que había ganado con el póker era mucho más de lo que uno podría imaginarse que tendría una joven de dieciocho años.

—¿Puedo hacer una pregunta?

—Por supuesto —me alentó mamá mientras seguía pasando las fotos hasta que su dedo dejó de moverse, deteniéndose en una en particular.

Estábamos Devon y yo con nuestros rostros pegados, sonriendo a la cámara, con nuestro lago de fondo.

—¿Por qué el dinero siempre es un problema?

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora