|Capítulo 17|

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Multimedia: la rutina de Olivia

No había razones para estar nerviosa

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No había razones para estar nerviosa. Me sabía la presentación de punta a punta. Era una de las mejores patinadoras del país. Todo iba a salir bien.

Y me forcé a decirme que el resultado no me definía, iba a estar bien incluso si me caía en todos los saltos y estropeaba cada giro.

Pero era mentira.

Sabía que, si arruinaba la coreografía, aunque fuera una transición sin importancia, no me lo perdonaría.

Olivia Riece.

Dijeron mi nombre por los altavoces, indicándome que era mi turno. Riece era un apellido cerca del final de la lista ordenada alfabéticamente, por lo que había visto la presentación de la mayoría de mis rivales, incluida Kiara.

La realidad era que, si conseguía hacer la coreografía sin muchos errores, tenía altas chances de quedarme con el oro.

Entre a la pista sacudiendo mis brazos y piernas mientras patinaba. Estaba vestida con un traje rojo oscuro. La falda era de una corta tela negra que se transparentaba y, al girar, se abría. Los guantes y las decoraciones de pedrería también eran negras. Era un vestido elegante y pegado al cuerpo. Lo había elegido con Sammy.

Di una vuelta, mirando a todo el público en las gradas. Era mucha gente. Había más que otros años. Y todos tenían sus ojos puestos en mí.

Lo encontré junto a todos los del instituto de Rusbell. Me miraba serio, de la misma forma que me había visto en los entrenamientos y en cada competencia que tenía. No estaba la sonrisa que había descubierto hacía poco, ni tampoco intentó animarme levantando un pulgar como se suele dar ánimo a los deportistas.

Lo preferí así porque siempre habíamos funcionado de esa manera.

Me posicioné para arrancar y podía escuchar mi latido en los oídos.

Sacudí mi cabeza, saliendo de mi aturdimiento.

La música comenzó.

Avancé con mis patines, recorriendo la pista con secuencia de pasos.

El primer salto vino rápido y era un salto combinado. Dos triples distintos. Empezaba fuerte.

Aterricé ambos de forma limpia y perfecta, sin tambalearme. El público estalló con su típico grito de los saltos.

Enseguida venía otro salto, también combinado. Solo que esta vez fueron tres. Un doble, un triple y otro doble. Sentí mi corazón acelerarse y despegué mis patines del hielo. Los primeros dos fueron perfectos, pero el tercero no alcancé mucha altura y perdí velocidad en el aterrizaje.

No tuve tiempo para pensar sobre ello porque en menos de cinco segundos debía hacer el primero de los giros de la coreografía. Cuando patinaba, si la cagaba en algo no pensaba en ello, sino que me concentraba en hacer bien lo que me quedaba por hacer. Luego de que todo terminara, sí, me torturaba a mi gusto.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora