|Capítulo 1|

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Eran las últimas prácticas antes de las nacionales

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Eran las últimas prácticas antes de las nacionales. La pista de hielo no era lisa como a la mañana, luego de haber sido pulida, sino que tenía las marcas de los patines de todos mis compañeros. Yo iba a ser la última en tocarla, siempre lo era. Pensaba que me traía buena suerte.

Trabajaba en el centro de esquí de la ciudad durante el día así que me tocaban los turnos de la noche para practicar. Cada día me aseguraba de salir de la pista y cerrarla detrás de mí para que nadie pudiera entrar y así mis patines serían los últimos que habían patinado. Luego me tocaba ir a mi otro trabajo.

También era la primera en entrar en el hielo, pero eso no lo sabía nadie. Salvo Devon. Él lo sabía casi todo y yo odiaba eso.

Marco me estaba esperando dentro de la pista para hacer nuestra rutina en parejas. Tenía puesto un traje masculino negro. A diferencia del mío, que era del mismo color, el suyo llegaba hasta las muñecas y los tobillos. Yo no tenía mangas y mi pollera volada dejaba ver mis medias largas.

El vestido fue cortesía suya. Después de sobornarme hace tres años para que patinara con él en la división de parejas, insistió en comprar trajes combinados para las competencias y los entrenamientos. Le dije que no iba a poner una sola moneda en ello porque me parecía inútil (si ganábamos o perdíamos no iba a ser por lo que llevábamos puesto) y no le importó, los compró igual. El hijo de puta estaba forrado en dinero.

Cómo no iba a estarlo si sus padres eran dueños del centro de esquí.

Eran parte de la élite de Rusbell. También conocida como mi gente menos favorita del pueblo. Los padres de Devon también la conformaban, pero ellos eran mejores que el rejunte de estirados, así que no les guardaba rencor. Sin embargo, no podía decir lo mismo de su hijo.

Antes, no solía caerle muy bien a Marco porque nunca había cedido a sus encantos, pero él sabía de sobra que si quería ganar yo debía ser su pareja de patinaje. Después de unos meses de conocernos y ganar mutua confianza, nos hicimos relativamente cercanos. No éramos amigos, pero podíamos hablar y me sentía cómoda con él. Descubrí que no era una mala persona por completo. Solo un poco cínico y, debía admitir, bastante divertido.

Me hubiera gustado ser su amiga, pero sus padres jamás lo iban a permitir. Yo no había nacido en el pueblo, así que nunca iba a poder encajar por completo. La segregación que había sufrido mi familia por ser forastera era ridícula, al comienzo solo algunas personas se dignaban a hablar con nosotros. Y eso era, en parte, obra de los padres de Marco. Nos odiaban como la misma intensidad que amaban las tradiciones de Rusbell.

A mis padres les costó adaptarse a un mundo donde todos conocían todo de todos. Debíamos cuidar cada palabra que salía de nuestras bocas. Eso no pasaba en la gran ciudad.

Éramos la última pareja que iba a practicar antes de que nos fuéramos al nacional de patinaje. Había muchas más personas en las gradas alrededor nuestro de las que me hubiera gustado. Me pasaba por mi obsesión con ser la última.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora