|Capítulo 26|

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Al escuchar las palabras de Devon quise gritar

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Al escuchar las palabras de Devon quise gritar. Lo único que me apetecía en ese momento era correr a mi habitación y encerrarme para que nadie me viera venirme abajo. Pero no podía moverme ni dejar de temblar.

—Permiso —escuché la voz de uno de los chicos que había revisado mi cuello.

Despacio, levanté mi cabeza para que pudiera examinar mis pupilas. Me hizo un par de preguntas generales y me dijo tres palabras para que recordara. Tuve que cerrar mis ojos y tocar mi nariz con el índice. Luego, pinchó mi piel con un lápiz, y a veces con un metal frío, en distintos lugares, pidiéndome que identificara el lugar y la sensación.

—Bueno, ya sabes, ante mareos, amnesia o dificultades con la visión ve de inmediato al hospital. Me gustaría revisar tus reflejos, pero parece estar todo en su lugar —dijo pensativo.

—Quiero estar sola —rogué.

Busqué con la mirada a Devon, pero su ceño fruncido se concentraba en el chico frente a mí.

—¿Las palabras que te dije al comienzo? —preguntó.

—Carreta, pelusa y estrella. Estoy bien.

—Quiero ver cómo caminas.

—Basta, por favor.

El episodio no había terminado, mi cuerpo aún sentía olas de pánico intermitentes y, cuando me había pedido que caminara en medio de una pista llena de gente, el aire comenzó a faltarme.

El chico colocó una mano en mi brazo para ayudarme a levantar y yo retrocedí pidiéndole socorro a Devon con mis ojos.

—Ha sido suficiente —dijo entre dientes.

Él siempre sabía entenderme.

Obligó al equipo médico a retirarse justo cuando Sammy volvía de hablar con los jueces. Devon se agachó para quedar a mi altura.

—¿Qué quieres hacer?

—Sácame de aquí.

Tomó mis manos para ayudarme a levantar y entendí que debía salir de allí por mi cuenta, nadie podía cargarme en el hielo sin patinarse en el acto.

Tomó cada gota de mi voluntad mantener mi entereza y colocarme sobre mis pies que, solo cubiertos por mis medias, se enfriaron con el hielo. Pasé un brazo por el cuello de Devon y él afirmó su agarre en mi cintura antes de dar siquiera un paso.

Apenas avanzamos mi cuerpo volvió a temblar dejando salir lo que estaba tratando de contener en mi interior. La idea de volver a caerme se presentó como un posible escenario en mi mente y, sin quererlo, comencé a hiperventilar.

Un par de pasos más adelante estaba segura de que mi culo terminaría en el hielo y mis latidos se desbocaron encendiendo mis alarmas. Me resbalé y esperé el golpe, pero el brazo musculoso de Devon me sostuvo sin problemas.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora