|Capítulo 36|

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Una parte de mí todavía no podía creerlo

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Una parte de mí todavía no podía creerlo. Mi yo adolescente había soñado con tener a Olivia más veces de las que algún día iba a admitir, así que de verdad estaba disfrutando de acariciarle la espalda en ese momento.

Había habido un punto en el que Olivia era todo lo que quería, no de una forma romántica, sino como amiga. Cuando todo se había ido a la mierda y mi padre consiguió que me apartara de ella, en lo único que podía pensar era en volver a Olivia.

Me hablaba días y días sobre mi futuro, negocios, administración, carreras universitarias; pero mi cabeza estaba plagada de imágenes de una chica de cabello castaño y ojos verdosos. Quería hablar con ella, reír, correr, incluso llorar.

Esa era la carga más pesada: no tenía nadie con quien llorar. Jake y Shane habían hecho un esfuerzo descomunal por tratar de ocupar su lugar en mi vida, pero había algo especial entre ella y yo que no podía replicarse. Una complicidad, un entendimiento único, un algo que me aseguraba que siempre estaríamos para el otro.

Hasta que yo lo jodí todo.

Era consciente de que me habían manipulado, que había sido un chico que lo habían puesto entre la espada y la pared, pero, durante momentos, no podía evitar culparme por haber sido débil y haber dejado que Olivia pagara por mi debilidad.

—Liv —la llamé y sus ojos se abrieron.

—Dime.

—¿Crees que si hubiera actuado diferente nuestra amistad hubiera sobrevivido? —pregunté.

Ella se quedó callada por unos segundos, meditando la respuesta, y hubiera apostado a que su oreja contra mi pecho escuchaba mis latidos cada vez más rápidos.

—No voy a mentirte Dev, podría haber cambiado —dijo y mi alma cayó a mis pies—. Pero lo que no tienes en cuenta es que tu padre y el mentor no se hubieran detenido. Ese día... el día que te golpeó, el tipo estaba buscando tu punto de quiebre. Si hubieras aguantado, solo hubiera empeorado todo hasta encontrar tu límite.

Absorbí sus palabras, tranquilizando un poco el lío en mi cabeza.

—¿Dices que hubiera sucedido de todas formas? —quise confirmar.

—Sí —dijo y se incorporó apoyando sus codos en mi pecho para mirarme bien—. Lo único que hubiera cambiado, creo, es si me hubieras puesto al tanto de la situación y hubiéramos pensado en la forma de salirnos con la nuestra.

Como solíamos hacer siempre.

—Pero insisto —continuó antes de que yo pudiera acotar—: Rusbell es un pueblo chico, todos saben todo de todos; nuestro secreto no hubiera durado mucho y tu padre volvería al mismo plan.

—Odio ese puto infierno.

—Aprendes a quererlo —suspiró—. Te lo dice una forastera.

Yo me reí y ella me respondió con una pequeña sonrisa.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora