|Capítulo 21|

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No pude permitirme celebrar mi victoria porque la sala estalló en un segundo

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No pude permitirme celebrar mi victoria porque la sala estalló en un segundo.

De fondo escuché unos gritos y varios se alejaron de la mesa. Pero yo solo podía ver una cosa.

Gideon se había levantado de su silla con furia, haciendo que esta cayera a sus espaldas. Había tomado la navaja que había dejado sobre la mesa como parte de una amenaza y ahora estaba abierta en su mano. La luz rebotaba sobre su metal brillante.

Tenía que huir de allí.

Gideon dejó salir una mezcla de grito y gruñido de frustración. En un movimiento, enterró la punta de la hoja en la mesa de póker, atravesando una carta y dejándola clavada allí.

Se escucharon más gritos y todos comenzaron a escapar por la puerta de la habitación. Lo único en que pensaba era en que, pasara lo que pasara, yo no tenía que ser la última en salir.

—Ustedes dos están arreglados —bramó Gideon apuntando con el dedo al dealer—. Has estado toda la noche dándole buenas cartas.

Miré al chico que barajaba y había terror en su rostro.

No nos conocíamos de nada, pero Gideon no iba a aceptar su pérdida y jamás atribuiría mi triunfo a mis habilidades para el póker. Para él todo era suerte y dinero. Era la misma mentalidad que la de un adicto al juego y que mi padre me enseñó, con años y años de práctica, a evitar.

Él no entendía el póker de la misma manera que yo. Para Gideon, una racha como la mía significaba estafa.

Me puse sobre mis pies y corrí la silla hacia atrás. Momento de correr.

—No culpes a la suerte de tu inhabilidad para el póker —grité sobre el descontrol de la sala al mismo tiempo que retrocedía en dirección a la puerta.

En seguida me di cuenta de mi error.

Gideon tomó la navaja clavada en la mesa y la levantó, apuntándome con ella. Le temblaba la mano y tenía el rostro desencajado.

Sentí el miedo de verdad. No por el hecho de que me estuviera amenazando con un cuchillo, pues había visto cosas peores, sino porque él no parecía estar en completo control de lo que hacía.

Cuando iba a la ciudad y jugaba contra profesionales, todos tenían autocontrol. Mostraban sus armas, sí, pero no apuntaban a cualquier lugar listos para disparar ni se dejaban llevar por la ira.

Gideon estaba siendo presa de un ataque de locura. O al menos eso parecía.

Sentí como era arrastrada por un agarre fuerte en mi brazo y la multitud apretujada en la puerta me tragó.

Miré al frente para averiguar quién me estaba sacando de la habitación y vi el perfil de Devon.

Casi me olvidaba de él.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora